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El sistema educativo en España

Una visión crítica de la situación de la Educación en España. No apta para conformistas. Evidentemente es mi opinión, y es discutible.

La mejor forma de probar la validez de una teoría educativa es ver qué pasa cuando se aplica.

En los últimos 20 años en España se han llevado a la práctica ciertas teorías pedagógicas, en todo el sistema educativo público (que es el mayoritario) y casi en su totalidad en el concertado. La LOGSE.

Ya tenemos adultos que han realizado todo su ciclo formativo en un sistema educativo regido por esas teorías, que han sido impuestas en muchos casos contra la opinión de los padres.

Pues bien, veamos el resultado.

Quitando los estudios “cocinados” por los gobiernos regionales o nacionales de turno para escabullirse, es evidente el desastre.

Todos los estudios sobre calidad educativa a nivel internacional nos dejan a la altura del betún.

Pero aunque no existiesen esos estudios y aunque muy pocos los leen, es tan claro que ya no se le escapa a nadie.

Si se pregunta a cualquier profesor de cualquier asignatura y de cualquier nivel educativo, que lleve más de 10 años en activo, te confirmará que el contenido de su materia se ha recortado progresivamente y el nivel de los alumnos con los que ha trabajado ha ido empeorando.

Se puede defender que ese peor nivel de los alumnos de debe a una serie de cambios sociales generalizados independientes del sistema educativo.

Pero mi opinión es que no es así. Puede que se hayan juntado el pan y las ganas de comer, pero el propio sistema educativo, en una serie de principios que han regido su reforma de las dos últimas décadas llevan a esas consecuencias.

Yo llamo “buenismo” a cargar un concepto de buena voluntad y argumentos bien-sonantes, hasta que pensemos que sólo con eso tiene que funcionar en la realidad:

“Es demasiado bonito para ser falso”.

Allá por los ´80 en España se soñaba con que la libertad, que nos inundaba después de la dictadura, lo limpiase todo.

(Atención, a partir de aquí voy a usar tono sarcástico).

El sistema educativo era una de las herramientas que “El Régimen” había utilizado para adoctrinar al pueblo y era el momento de que pasara de ser un arma “conservadora” a ser una palanca del “progresismo” que liberase a la sociedad para siempre de sus “supersticiones”.

Para los defensores de esta postura:

Naturalmente superstición es todo lo que los demás creen y yo no.

Y progresismo es todo lo que yo creo y los demás, pobrecitos, ignoran.

Empezaron pensando: “El fracaso escolar es malo”. Por eso le pusieron la palabra fracaso, para que suene mal.

Así que uno de los objetivos de la reforma educativa tenía que ser acabar con el fracaso escolar.

Y pensaron: Como “todos somos iguales” (todos los alumnos en este caso), la única razón que podía explicar el fracaso escolar es que el sistema o los profesores que lo aplicaban fuesen los que fallaban.

Por tanto un alumno suspenso era en opinión de los reformadores una acusación manifiesta e irrefutable de lo malo que era un profesor y el sistema educativo.

A fin de cuentas, un buen profesor sería capaz de enseñar su asignatura a cualquier alumno despertando en él la pasión por el saber, por muy poco interés que tuviera, el retraso escolar que acumulase, la escasa preocupación de sus padres por su educación o cualquier otro factor.

En eso, pensaban ellos, se diferencia un buen profesor de uno malo.

Cualquier padre, según ellos, tiene motivos si su hijo suspende para estar indignado con su profesor, aunque su hijo no de palo al agua.

(A partir de aquí el tono se hace Híper-sarcástico)

De hecho, yo he visto películas fantásticas de profesores que eran la caña, y conseguían que recitara a Shakespeare hasta el rapero vendedor de crack que media hora antes (en la película) no sabía leer ni “mi mamá me mima”.

Así que manos a la obra (pensaron), vamos a acabar con el fracaso escolar.

Lo primero, los niños suspenden porque les pedimos que sepan demasiado, así que a recortar contenido.

Ejemplos:

Antes había que saberse los ríos más importantes del mundo (20 ó 30, que barbaridad).

¿Y eso, para qué sirve?

Con que se “conozca el medio” en el que vive, es decir el arroyo que pasa por medio del pueblo…

De estudiar filosofía: eso no, que es muy complicado, hay que dedicarle su tiempo a entenderla, y total, están todos muertos.

Mejor les damos educación para la ciudadanía, que es como un resumencito de los conceptos importantes de la filosofía (yo decido cuales son los importantes y como explicarlos), que se entiende muy bien y con muchas fotos y dibujitos, por si aun así no se enteran.

Las matemáticas son una tontería, total, desde que inventaron las calculadoras y los ordenadores…

Y eso de que desarrollan el pensamiento lógico, más tonterías…

Lo segundo el niño suspende porque el profesor le suspende.

Eso es lo que tiene más fácil solución.

Como en opinión de los reformadores los profesores son todos una panda de inútiles que solo quieren cobrar (cuanto más mejor) a final de mes y que les reduzcan las horas de clase y el número de alumnos por aula, vamos a ponerles productividad.

O sea, si no suspendes cobras más, si suspendes, cobras menos.

Y si alguno de estos inútiles aun así se empeña en seguir suspendiendo alumnos pues le dejamos claro que solo pueden suspender el 30 % de los alumnos con peor nota. Y que de todas forma el niño va a pasar de curso.

El año que viene bajamos el porcentaje al 25 % y así sucesivamente hasta que dentro de 5 ó 6 años aprueba todo el mundo por decreto ley y punto.

Además, en los estudios internacionales sobre calidad educativa lo que peor cuenta es el abandono de los estudios.

Y lo que más, el porcentaje de alumnos que consigue la titulación.

Pues nada, la enseñanza obligatoria la estiramos de los 14 años a los 16 y se pasa de curso aunque se suspenda, con lo que todo el mundo tiene un título que puede colgar sobre un desconchón, utilizar como papel higiénico o para hacer un barquito de papel.

Porque a nadie se le ocurre incluirlo en un currículo para buscar trabajo (si todo el mundo lo tiene y no garantiza más que el hecho de que no me han dejado salir de ahí hasta la edad reglamentaria).

Es como tener un título de que sabemos respirar.

Si os hace ilusión tener una mascota titulada, no tenéis más que matricular a vuestro perro en 1º, es cuestión de paciencia, pero si vive el tiempo suficiente conseguirá el título:

Algunos dirán: “Pero si no sabe leer, ni hablar, ni escribir, ni contar su número de patas, ni si el mundo es plano o redondo….pero si es un perro.”

¿Y qué pasa? Cumple los requisitos para la obtención del título.

“Y tenemos unas estadísticas de titulados que es la envidia de Finlandia”.

Pequeño problema, ¿qué pasará cuando esos alumnos a los que damos el título porque sí, digan que quieren estudiar una carrera universitaria?

Por eso de que se animan y ven que esto de “estudiar” es coser y cantar.

Se van a dar un batacazo del 15.

Pues no.

Ya ha pasado.

Basta con decirle a una Facultad: “Señores, este año no tienen dinero para investigación, publicaciones, congresos… porque el año pasado suspendieron más alumnos en esta facultad de lo debido.”

Y a empezar de nuevo.

Cada año un porcentaje menor de suspensos por decreto hasta que aprueben todos.

Ya veo el futuro.

Un país en el que el 100% de la población tenga una licenciatura universitaria.

No va a haber quien nos pare.

Sólo tiene un pero.

Cuando vaya usted a la consulta de un médico, un arquitecto, un abogado, un ingeniero… el título que tiene sobre la pared, ¿garantiza que sabe de eso más que yo de hablar coreano?

Y cuando a alguno de esos titulados se le ocurra salir a trabajar fuera de España, ¿aceptarán en algún país mínimamente informado de cómo funciona nuestro sistema educativo esa titulación como equivalente a la de cualquiera de sus profesionales?

¿No empezaremos incluso en España a preferir profesionales con título de cualquier otro país?

(Fin del tono sarcástico)

En resumen y hablando en serio.

Hemos tenido en las últimas décadas una reforma del sistema educativo dirigida por políticos a los que sólo interesaba una estadística que mostrar durante 2 segundos en un debate electoral.

Y unos pedagogos que con conceptos como la igualdad, evitar la frustración del suspenso, no dejar a nadie atrás, estimular un trato alumno-profesor más igualitario… les han dado la coartada para destrozar la base de cualquier proceso educativo.

A saber:

1º Que nadie nace enseñado. Pese a lo que creen muchos de nuestros adolescentes.

2º Que el maestro es alguien que ha dedicado muchos años de su vida a alcanzar su actual nivel de conocimientos, para poder transmitirlos.

3º Que los padres dejan en manos de los maestros a sus hijos con el fin de que les transmitan sus conocimientos. No de que sean el primero al que su hijo llamaría para ir al cine o salir de cañas.

4º Que mandamos a los niños al colegio para que aprendan de forma ordenada y con esfuerzo conocimientos que no le caerán en la cabeza de forma espontánea cuando llegue el otoño. Conocimientos que le permitirán en el futuro tener independencia para hacer con su vida lo que quieran.

¿Alguien desconoce la diferencia entre trabajador cualificado y no cualificado?

Si es así preguntadle a uno “no cualificado”.

Son trabajos menos “bonitos”, con más horas y menos sueldo y que suponen un mayor desgaste físico.

En el que encima de partirte los cuernos trabajando, siempre te pueden echar por cualquiera que este dispuesto a cobrar menos que tú, con lo que la mayoría acaban tragando carros y carretas de unos jefes no siempre muy amables…

Mientras en España estábamos en estas, en otros países tienen sistemas educativos en los que para obtener un título o pasar de curso es necesario demostrar unos conocimientos que han ido aumentando con el paso de los años.

Algunos consiguen el título y otros no.

Pero aquel que lo consigue, al mostrar su título demuestra que tiene una serie de conocimientos y que es una persona capaz de esforzarse en una tarea sin abandonarla al primer contratiempo.

Es decir, el título le abrirá puertas.

El valor de la Educación.

Olvidamos que la educación es el único ascensor social que funciona de verdad.

Recordar esto en la “España del Pelotazo” era complicado.

Yo pertenezco a una familia de 7 hermanos en la que mi padre trabajó toda su vida como empleado de comercio (49 años de cotización a la Seguridad Social sin un día de baja) y mi madre trabajó de forma esporádica como cocinera o limpiadora en un colegio (y en casa para hartarse 7 vidas, sin un día de baja).

Mi madre no pudo acabar la EGB porque era la hija «apañada» en una familia de 11 hermanos.

Crió hermanos, luego crió hijos y ha criado hasta abuelos. Es una criadora (cuidadora que hace crecer) de seres humanos en el mejor sentido de la palabra.

No es que mi abuelo no quisiera que sus hijos estudiasen.

Él, era hijo de campesinos y desde muy pequeño (hablo de los 4 ó 5 años) tenía que cuidar del ganado y ayudar en las labores del campo.

Aprendió a duras penas a leer y escribir cuidando de las cabras y yendo a veces al colegio que tuvo que dejar antes de obtener ninguna titulación.

Llegó a jefe de estación de ferrocarril en una capital de provincias y se empeñó en que todos sus hijos (los varones, eran otros tiempos) tuvieran una formación profesional hasta donde pudiese llegar cada uno. Y lo consiguió (ninguno de sus hijos ha cobrado un subsidio)

Mi padre era el mayor de 4 hermanos y acabó el Bachiller. Pero antes de poder empezar a estudiar (magisterio), su padre ya no podía mantener a la familia, y tuvo que dejar los estudios.

Para aclarar lo consciente que era de la importancia de que sus hijos estudiaran basta una conversación que escuché un día con un amigo suyo del trabajo:

Tendría yo unos 16 años, y mis hermanos mayores (soy el 3º de los siete -cinco niños seguidos y dos niñas al final-) 19 y 18 años.

El amigo de mi padre le aconsejaba:

“No seas tonto, tienes ya unos hombres hechos y derechos en la casa que podían estar trabajando. En lugar de pasar apuros económicos podías sentarte en un sillón y que te fueran poniendo billetes en la mano.”

La respuesta de mi padre serviría para educar a toda nuestra sociedad actual:

“Mira, yo no tengo un coche aparcado en la puerta de mi casa, sigo viviendo de alquiler, no se los años que hace que no me he ido de vacaciones y en mi casa compramos antes el ordenador que la televisión en color porque la tele se ve en blanco y negro y a los niños les hacía falta el ordenador para sus estudios.

Pero cuando llego a mi casa tengo unos montones de libros de los niños que si me siento encima del más pequeño, no me llegan los pies al suelo. Digo yo que algún día se verá el resultado”.

El resultado es que el salón de la casa de mis padres tiene como decoración la orla de fin de carrera de sus hijos: por orden un biólogo, un químico, un pediatra, un historiador, un economista, otra pediatra y una farmacéutica.

Todos trabajamos en la profesión para la que estudiamos y tenemos unas oportunidades que nuestros padres nunca tuvieron.

La reforma de la educación en España de las últimas décadas ha hecho que repetir esta historia hoy en día sea infinitamente más difícil porque han convencido a una parte importante de los estudiantes de hoy y a sus familias de que esforzarse no merece la pena.

Y aquellos que quieren esforzarse se encuentran con que el nivel que la enseñanza pública (que fue la única que tuvimos mis hermanos y yo) les ofrece ha bajado, “para que nadie se quede atrás”, hasta tal punto que la hace inservible.

Y esta reforma la han defendido políticos progresistas y pedagogos que querían evitar la frustración de los niños.

Sin palabras.

Cuando se ve esto uno se pregunta ¿Hay algún político «progresista» en el congreso que tenga a sus hijos en un colegio público?

Si no es así, como me temo ¿No será que realmente saben lo que están haciendo? Y es lo contrario de lo que predican.

Si queremos que la educación cumpla su auténtico papel de herramienta de justicia social es imprescindible:

-Que los contenidos de los planes educativos sean al menos tan ambiciosos como los de los países de nuestro entorno.

De hecho si se tradujesen directamente a nuestro idioma los libros de todas las asignaturas de Finlandia seguro que mejorábamos. Nos dejaríamos para empezar de los sesgos nacionalistas o ideológicos del “gobiernucho” de turno.

-Que exista la posibilidad (con todas las garantías que se quieran) de que 29 sigan avanzando aunque uno se empeñe en que no sea así.

Si hay 20 niños en un colegio o instituto que a lo más que quieren aspirar con el apoyo o la desidia de sus padres es a estar en una guardería hasta los 16 años, se pone un aula de guardería, pero no se bloquea el funcionamiento de 20 aulas en las que hay alumnos que quieren aprender.

¿Eso es discriminación? No.

Discriminación es condenar a los 30 alumnos de un aula a vivir sin una formación a la que tienen derecho porque uno sólo lo decida.

-Que no se pase de curso sin los conocimientos necesarios.

Se puede decir que un niño de 10 años no aprenderá a leer en un aula llena de niños de 6.

Eso será difícil.

Pero lo que no ocurrirá es que un niño de 14 años que no ha aprendido a leer, aprenda en un solo año eso y todo lo que se ha perdido en los 8 años previos en un aula en la que ya no explican como se lee.

Y si lo hace que promocione de curso de forma acelerada pero cuando vaya alcanzando los niveles adecuados.

-En cuanto a las agresiones en el entorno escolar. La presencia de un niño muy conflictivo es una alarma evidente para los servicios sociales. Debería motivar una investigación inmediata del ambiente familiar. Con retirada de la custodia si es preciso y con unas condiciones que no empeoren aún más la vida del niño.

Y si la conducta es reiterada es el agresor el que debe cambiar de colegio, y ofrecer al agredido si quiere o no hacerlo.

-Que los padres vuelvan a ser el aliado de los profesores en el objetivo de que sus hijos aprendan.

Cuando un niño tiene un problema en el colegio es importante que los padres hablen con el profesor.

No que le pregunten a su hijo quién es, para poder partirle la cara sin mediar palabra.

Y una pequeña aclaración:

Por mucho que nos resistamos a aceptarlo todos los hijos de p… son hijos de alguien.

Y a veces los padres somos los últimos en enterarnos de la “joya” que tenemos en casa.

Lo más sangrante de esto, es que esta reforma educativa no costaría nada.

Simplemente se cambiaría la forma en que se hacen las cosas gastando el mismo dinero.