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Dolor de Crecimiento en niños

Dolores de crecimiento en niños

Dolor de crecimiento en niños: ¿Realmente puede doler el crecimiento? ¿Qué son esos dolores que atribuimos al crecimiento de los niños y cómo actuar?

Respuesta a la petición de Peketema de Mónica en Facebook: «Me gustaría que, por favor, hablara acerca del dolor de crecimiento: por qué se produce, qué hacer para aliviarlo o si hay algún tratamiento para evitarlo. ¡Muchas gracias!»

Esta es una de esas cosas que todos los pediatras y los padres nos hemos preguntado: ¿Existen realmente los dolores de crecimiento?

El crecimiento como tal no duele. Si el crecimiento doliese estaríamos con dolor desde que nacemos hasta los 18-20 años, cuando acaba este proceso.

Si el crecimiento doliese estos dolores serían más frecuentes en la pubertad y los primeros meses de vida. Y no es así. Lo que la gente llama dolores de crecimiento suele ser más frecuente en niños de 2 á 6 años.

Pero ¿Puede el crecimiento originar alguna forma de dolor? En teoría puede hacer lo siguiente:

Cuando crecemos no lo hacemos de forma constante. A veces se acelera mucho y otras se frena.

Cuando se produce una de esas fases rápidas en las que vemos que al niño se le queda toda la ropa pequeña en poco tiempo los huesos se alargan.

Ese es el primer paso. Los tendones, músculos y articulaciones en ese momento son sometidos a una mayor tensión de la que estaban acostumbrados.

Esa tensión podría producir dolor. Si queremos podemos llamar a eso «dolor de crecimiento».

Lo que habitualmente calificamos de dolor de crecimiento

La fase de 2 á 6 años en la que aparece lo que llamamos habitualmente dolor de crecimiento tiene algo importante: Es cuando un niño empieza a comunicarse. Y comunica todo lo que considera relevante. Una de esas cosas son las sensaciones de molestia o dolor.

Es la etapa en la que muchos niños se quejan de dolores de barriga, de cabeza, de brazos o piernas. Y en su mayoría son dolores reales. Leves e irrelevantes, pasajeros y sin una patología seria detrás… Pero reales.

Lo que pasa es que ese tipo de molestias las tenemos todos. La mayoría con el tiempo hemos aprendido a diferenciar lo importante de lo que no lo es. De modo que llega un momento en que dejamos de mencionarlos siquiera.

Una forma de quitar importancia a esas molestias cuando el niño se queja es decirle: «No te preocupes, es que estás creciendo». Muchas veces ni siquiera nosotros creemos seriamente que sea por eso, pero es una forma de decir al niño que no dé demasiada importancia a esas sensaciones, porque no responden a nada grave.

El motivo más frecuente de lo que solemos llamar dolor de crecimiento

El motivo más frecuente de esos dolores de extremidades que llamamos dolor de crecimiento son en realidad sobrecargas. Es decir, los niños son muy activos. Y no miden sus fuerzas demasiado bien. Por lo que tienen tendencia a hacer cosas en las que lo normal es que te hagas un poco de daño. Sea por pequeños traumatismos o por someter a tendones, músculos, articulaciones… a una tensión excesiva, producimos pequeños daños en todos estos elementos.

En su mayoría son lesiones pequeñas que mientras seguimos activos no dan lugar a una molestia llamativa. El «dolor de crecimiento» suele aparecer en reposo, tras un rato de descansar o justo al despertarse. Lo que ha ocurrido es que al dejar la zona dañada en reposo se activan los mecanismos de reparación. Parte de ellos es la inflamación y con ella el dolor que dice que dejes reposar la zona afectada mientras se repara.

Cómo actuar frente al dolor de crecimiento

Distinguir el dolor importante

Lo primero que debemos hacer es diferenciarlo de otros dolores más significativos y que pueden tener detrás una causa más seria. ¿Y cómo se hace? Pues buscando signos de una causa más seria:

  • Inflamación evidente. La intensidad de la inflamación va en relación a la lesión. Si un niño se queja por ejemplo de dolor en un tobillo tras un mal paso, y creemos que puede tener un esguince, mira la inflamación. Si pasan las horas y la inflamación es imperceptible es que no es un esguince. Puede tener una leve rotura fibrilar, una contusión, pero no un esguince en condiciones. Cuando lo hay se inflama de forma evidente en poco tiempo.
  • Incapacidad funcional. En el mismo caso de antes, puede que no haya mucha inflamación, pero ¿y si aún así el dolor es tan intenso que le impide hacer otra cosa que quejarse? Si tras un mal paso no hay inflamación pero el niño no es capaz de apoyar el pie en el suelo posiblemente tiene una fractura. Las fracturas no siempre van acompañadas de una inflamación intensa, pero sí de dolor y es un dolor muy intenso que impide mover la zona afectada.
  • Duradero y constante. Un dolor que no es puntual, sin que hace que el niño muestre un malestar constante y le impide hacer lo que le apetece durante horas, hay que valorarlo. Hay muchas causas que pueden dar lugar a dolores así, que tal vez no van acompañados de inflamación evidente ni son tan intensos como para que le haga imposible su vida normal. Pero que es constante y vemos que le afecta incluso cuando se distrae. En este caso conviene que sea valorado por el pediatra.

Cómo actuar frente al dolor menos relevante

Si no tiene las características de dolor significativo, lo que podemos hacer es quitarle importancia. Explicando al niño que todos tenemos pequeñas molestias y que son pasajeras.

Si en el momento le impide hacer su actividad normal, aunque no sea totalmente incapacitante ni tenga una inflamación evidente, ¿podemos darle un Antiinflamatorio? Muchas veces no está claro que esto les calme el dolor realmente o que se un poco de efecto placebo. Porque algunos niños verás que es darle el jarabe y a los dos minutos ya «están bien». Ningún antiinflamatorio es tan rápido.

Resumiendo: El dolor de crecimiento realmente no existe. Pero hay muchos dolores sin importancia que son típicos de los niños en esta edad. Lo que debemos hacer es diferenciar los que pueden ser relevantes y apoyar al niño en los otros con explicaciones y comprensión hasta que él mismo llegue a diferenciarlos. Cosa que todos hacemos antes o después.
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El Desarrollo Nervioso Infantil

Fases del crecimiento intelectual y afectivo del niño.

El ser humano es un ser racional.

Eso hace que el mayor determinante de lo que podrá o no podrá llegar a hacer en su vida depende de dos aspectos, muy por encima de los demás:
El desarrollo intelectual y el afectivo.
Suele valorarse más el intelectual que el afectivo, aunque a mi modo de ver, si el objetivo es la felicidad es mucho más importante el segundo que el primero.
Sin embargo en nuestra sociedad se identifica felicidad con éxito, lo que lleva a sobre-valorar la inteligencia.
El desarrollo neurológico, como base de la inteligencia es asumido por muchos padres como una carrera contrarreloj.
Muchos están preocupados porque el niño de la vecina ya habla y el suyo no, ya hace… y el suyo no.
Dado que la soberbia es el pecado capital y calentarle los cascos al vecino el deporte nacional, comparar niños parece el sumum del disfrute para mucha gente, especialmente si se puede quedar por encima del otro.
Cuando unos padres empiezan a relatarme conversaciones de este tipo con un vecino que tiene un niño con edad similar y lo preocupados que se han quedado tras la conversación suelo comentarles que el caso más extremo que yo he visto es el de un niño de 2 años que era ya ingeniero en telecomunicaciones (y con la tesis hecha).
Es decir, todo el mundo tiende a exagerar, a pensar que el centro del universo está justo sobre sus cabezas y que hay algo en lo que su hijo es el más… aunque sea en cosas negativas, con tal de ser especiales.
Todos somos especiales, pero es que para eso no hace falta ser el más… en nada.
Lo importante en esta vida no es ser el mejor en nada, cuanto más normal se es, más fácil es ser feliz.
No hay nada más pasajero que el éxito, ni más falso.
Con más de 6.000.000.000 de personas sobre este planeta y siendo además mortales basar nuestra felicidad en ser el más… lo que sea, es la mayor estupidez que puede cometerse.
Por tanto, alegraos de que vuestro hijo sea lo más normal posible y si destaca mucho, no le coartéis, pero preocupaos.
Este es un tema muy de moda, los súper-dotados: O los niños índigo (se ve que no les gustaba la palabra y se inventaron otra más exótica).
¿Qué es un súper-dotado? Algunos dirían que es un ser humano con una capacidad muy por encima de lo normal para desarrollar actividades creativas, sean artísticas o intelectuales.
Hay algunas definiciones que yo añadiría a ésta:
Es alguien en quien todos los que le rodean, al descubrir una mayor capacidad para algo, vierten sus ilusiones no cumplidas (es decir sus frustraciones) con el convencimiento de que el súper-dotado puede (y por tanto, debe) cumplirlas.
Alguien por tanto a quien se exige más.
Si se le cuelga el San Benito de súper-dotado, puede prepararse a soportar una presión de su entorno social tan intensa como los que le rodean piensen que es su capacidad.
Pero es que el desarrollo afectivo de los niños súper-dotados no tiene porqué ir aparejado a su inteligencia o creatividad.
Eso hace que la súper-dotación sea en muchos casos el preámbulo a no pocos problemas psiquiátricos.
Si alguien piensa que exagero, solo tiene que pasarse por un club de ajedrez.
Yo soy jugador de ajedrez, me gusta y no lo hago mal, pero nunca me he dedicado a estudiarlo a nivel de entrenamiento intensivo y doy gracias por ello.
El ajedrez es un juego magnífico, su capacidad educativa es asombrosa, favorece la capacidad de esquematización, el pensamiento lógico, la capacidad de relacionar actos con consecuencias, la socialización, el pensamiento espacial, el auto-control y la concentración.
Acabo aquí la lista por acabarla en algún punto, porque puede continuarse.
Yo, como he dicho lo practico, me gusta y valoro en mucho lo que me ha ayudado en mi propio desarrollo.
Pero si como digo nos pasamos por un club de ajedrez y nos dedicamos a valorar la gente que los frecuenta, veremos que hay un alto índice de patologías psiquiátricas y muchos inmaduros afectivos.
Abundan las personas claramente fracasadas a nivel social, profesional, familiar.
El índice de divorciados entre los miembros de un club de ajedrez mayores de 35 años es altísimo.
Los estudiantes que no han acabado la carrera tras 10 o más años no escasean, como tampoco los profesionales que han fracasado o abandonado su carrera por problemas psiquiátricos.
Todo ello pese a ser jugadores más que buenos de ajedrez, cuando se supone que ello presupone inteligencia. Una inteligencia que debería haberles ayudado a ser más felices, o al menos a tener algo más de éxito en lo que se propongan.
Por eso os digo que destacar excesivamente en algo no suele ser garantía de felicidad, sino más bien un inconveniente para alcanzarla.
No quiero decir con esto que haya que intentar que los niños sean normales hasta la vulgaridad, todos cortados por un mismo patrón.
Sino que hay que tener mucho cuidado de no presionar a un niño para que desarrolle una determinada cualidad que apreciamos como más intensa en él.
Si es su opción hay que facilitarla, pero casi todos los niños son especiales y tienen una faceta en la que superan a la mayoría, a veces es la que nosotros descubrimos y otras veces es otra, que nosotros no valoramos por nuestra propia limitación.
Mi consejo es estimular el desarrollo de esa cualidad que creemos especial mientras para el niño sea un juego, pero no hasta el punto de convertirlo en obligación.
De cualquier modo lo normal, lo es, porque la naturaleza que es más lista que nosotros nos ha hecho de forma que cualquier desviación tiende a la media.
Esto, que se aprecia fácilmente en el peso por ejemplo (de modo que si un niño con 3 meses tiene el peso de un niño de 12 generalmente se frena acercándose a la media poco a poco), en el desarrollo se cumple también, y así un avance muy rápido suele seguirse de un estancamiento que lo acerca a la normalidad, por lo que por ejemplo, el hecho de mantener perfectamente la cabeza antes de tiempo no implica que vaya a andar o hablar antes ni que sea más inteligente.
En este capítulo podría hacer una enumeración y descripción de cada uno de los objetivos del desarrollo neurológico, con su exploración exhaustiva, pero contribuiría más aun a la ansiedad de los padres que a lo que busca este manual, que es una orientación que dé a los padres la información necesaria para no dejar pasar signos de alerta de que algo no funciona bien pero sin tenerlos en un estado de ansiedad constante.

Adquisiciones neurológicas

Las adquisiciones neurológicas más importantes que nos sirven para seguir el desarrollo del niño son las siguientes:
Oído.
Visión.
Sustentación cefálica.
Sedestación.
Bipedestación.
Deambulación.
Lenguaje.
En ninguna de ellas el objetivo es ser más precoz que el niño de la vecina, sino no retrasarse más allá de lo normal.

Oído: Es un sentido que está desarrollado desde el momento del nacimiento.
Es además fácil de explorar, ya que los niños reaccionan ante los ruidos fuertes con sobresaltos.
Cuando esto no pasa y sospechamos que pueda tener un problema de audición, existe una prueba diagnóstica que nos dice si oye o no: los potenciales evocados corticales.
Consiste en registrar la actividad de las áreas cerebrales responsables de la audición en respuesta a sonidos.
Es totalmente indolora. Si hay respuesta es que toda la estructura que permitirá que oiga está bien.
En los casos en los que por desgracia exista una sordera, antes no había tratamiento. Hoy día el desarrollo de los implantes cocleares ha acabado con la gran mayoría de las sorderas, de modo que en los niños si se colocan a tiempo (en los primeros años de vida) pueden tener una audición totalmente normal.

Visión:
Los padres suelen preguntar si el niño ve desde el nacimiento.
La visión como tal ya existe al nacer, pero los primeros días el contraste con el ambiente de penumbra en el que estuvimos durante todo el embarazo hace que estemos como cegados por la intensidad de la luz.
Una vez que nos acostumbramos a ella, ya vemos, solo que no con la agudeza visual de un adulto. Es como si tuviese una hipermetropía de 10 dioptrías.
Los primeros meses es frecuente también el estrabismo. Tienen tendencia a cruzar los ojos.
Hay tres motivos: el primero la inmadurez del cerebro que no controla bien aún los movimientos oculares; el segundo que por el pequeño tamaño del ojo tiene tendencia a la hipermetropía que se compensa juntando los ojos hacia el centro como en el caso anterior; y por último la forma de los ojos de algunos niños.
Este último no es en realidad un estrabismo.
Es que algunos niños tienen hipertelorismo (los ojos algo más separados de lo que quedarán en la edad adulta) de modo que para mirar recto, los ojos se juntan compensando el exceso de separación.
Otros tienen epicantus (el pliegue del párpado en la zona que pega a la nariz es más ancho y más marcado), dando la impresión de que los ojos están mirando hacia dentro cuando en realidad miran hacia delante.
Los estrabismos son de dos tipos, los convergentes y los divergentes:

  1. Convergentes son los que miran hacia el centro, juntando los ojos.
  2. Los divergentes son los que miran hacia fuera separando los ojos.

Generalmente los convergentes son los falsos estrabismos o los debidos a inmadurez cerebral. Si es así mejoran sensiblemente a partir de los 6 meses de forma que cada vez se nota menos y con menos frecuencia.
Los divergentes deben ser estudiados ya que no suelen deberse a una falta de desarrollo ni a una falsa sensación por formas anómalas de los ojos sino a un mal funcionamiento de los músculos que los mueven.
De todos los estrabismos reales, el más frecuente es el debido a hipermetropía, que es convergente y que suele mejorar conforme crece el niño.
La importancia del estrabismo es que cuando no conseguimos que ambos ojos estén coordinados de forma correcta, las imágenes que transmiten al cerebro son demasiado diferentes y al no poder integrarlas prescinde de una de las dos.
Poco a poco se acostumbra a eliminar siempre la imagen procedente de un ojo, de modo que si se completa la maduración sin solucionar el problema se pierde totalmente la visión del ojo anulado, de forma irreversible.
Los métodos para corregir el estrabismo suelen ser 3 fundamentalmente:
Si se debe a hipermetropía se ponen gafas. Si ya lleva el tiempo necesario sin corregirse, a veces ha empezado a anularse uno de los ojos. En eses caso se usan parches en el ojo sano que obliguen al cerebro a desarrollar las conexiones neuronales del ojo vago.
Si por el contrario la causa del estrabismo es una alteración en la movilidad de los ojos por alteración de los músculos que lo rodean su tratamiento suele ser quirúrgico. A veces necesitan varias operaciones para corregirlo por completo.
En cuanto a las alteraciones más frecuentes que precisan gafas (defectos de refracción), hay 3 tipos fundamentales: miopía, hipermetropía y astigmatismo.
En el ojo hay una serie de lentes que enfocan la imagen que llega al ojo sobre la retina, que es la parte posterior del ojo donde están los sensores nerviosos que captan la luz.
Si esas lentes no enfocan adecuadamente la imagen, tendremos una menor agudeza visual.
La miopía es un defecto en el enfoque de la imagen de modo que en lugar de enfocarse justo sobre la retina no hace por delante de esta. Cuanto más crece el tamaño del ojo más trabajo cuesta que se enfoque sobre la retina, quedando más adelantada la imagen con lo que la miopía suele aumentar con la edad mientras el ojo siga creciendo.
La hipermetropía es lo contrario, la imagen se enfoca más allá de la retina con lo que cuando el ojo va creciendo, poco a poco la retina va acercándose al punto en que la imagen está enfocada. Esto hace que la hipermetropía de los primeros años de vida suela mejorar con el crecimiento.
El astigmatismo es distinto a las dos. Lo que hay en este caso es una deformidad de la lente del ojo que proyecta una imagen distorsionada de la realidad. Suele aumentar con la miopía y con la edad y es causa frecuente en escolares de dolores de cabeza después del colegio o ver mucho la tele. Otro efecto típico es que los niños con astigmatismo, cuando leen se saltan renglones con facilidad. No es que todo el que se salte renglones tenga obligatoriamente astigmatismo, pero tiene muchas posibilidades de ello.

La sustentación cefálica: es la capacidad cuando ponemos al niño en posición vertical de mantener erguida la cabeza y moverla de forma controlada.
En algunos casos hay niños que cuando son puestos boca abajo suben perfectamente la cabeza hacia arriba desde el primer día.
Esto no es sustentación cefálica, de hecho si lo ponemos incorporado, la cabeza caerá automáticamente hacia atrás. Lo que tienen esos niños es un exceso de tono en la musculatura vertebral que suele ser debida a un cierto grado de sufrimiento fetal.
Para que se relaje esa musculatura hay que evitar coger al niño con la barriga pegada a nosotros y el brazo por detrás de su espalda, ya que esto favorece que su espalda se arquee aún más hacia atrás.
La posición correcta para cogerlo es sentar al niño con uno de sus lados pegado a nosotros y el otro recogido por nuestro brazo como si estuviese sentado, o bien recostarlo sobre nuestro hombro.
La sustentación cefálica suele conseguirse en torno a los 3 meses.

La sedestación: o sea, que se quede sentado sin apoyo. Suelen alcanzarla aproximadamente a los 6 meses.

La bipedestación: se considera que un niño controla la bipedestación en el momento que es capaz de ponerse en pie sin ayuda. Lo suelen conseguir a los 9 meses más o menos.
Sin embargo la mayoría en edades mucho más tempranas, en cuanto los cogemos de las manos y tiramos de ellos hacia delante y ligeramente hacia arriba se ponen de pie con las piernas muy rectas. Esto no es bipedestación. Y además no es recomendable estimularlos para hacer esto último ya que carga el peso del cuerpo sobre unas caderas que aún no están preparadas para soportarlo.
Por esa misma razón es poco recomendable el tacatá. Mantiene al niño en posición vertical con el peso sobre las piernas cuando no está preparado para ello.
Su éxito recae en lo mismo que hace que sea aún menos recomendable, da al niño una autonomía que todavía no debería tener con una gran facilidad de desplazamiento sin mucho esfuerzo.
Precisamente por ello es peligroso, ya que capacita al niño a moverse rápido, lo suficientemente rápido para llegar a donde no debe sin darnos tiempo a evitarlo. Es como regalarle a un niño de 14 años una moto. Le da una movilidad que no interpreta tan peligrosa como es en realidad.
Y le da una capacidad de movimiento artificial, saltándose los pasos previos necesarios, que son el gateo y el fortalecimiento de las piernas que este confiere junto con el ejercicio propio necesario para ponerse en pie sólo.
Cuando un niño llora para que lo pongas en el tacatá, es que ya ha decidido que no piensa esforzarse en alcanzar la movilidad por si mismo si tiene unas muletas tan cómodas.
Generalmente el niño que es puesto en tacatá con frecuencia anda más tarde, tiene más accidentes y puede dañarse las caderas si estaban en el límite de estabilidad. O sea:
TACATÁ NO.

La Deambulación: hay niños que empiezan a andar muy pronto, en torno a los 10 meses o incluso antes.
Pero lo normal es que se consiga a partir del año.
No es algo matemático y que ande un poco antes o después no es ni mejor ni peor.
Lo que no es normal es que no anden ya con 18 meses.
Si se llega a esa edad sin que sean capaces de dar los primeros pasos hay que empezar a descartar posibles problemas. Sucede por ejemplo en niños con inestabilidad de caderas, aunque hoy en día es raro que llegue a esa edad sin ser detectado antes.
Al principio los niños andan con las piernas abiertas y tienen tendencia a echar los pies hacia dentro. Poco a poco irá mejorando su estilo.
Se caen con mucha frecuencia teniendo de forma repetida golpes en la línea media de la cabeza (frente, nariz, paletas y barbilla son el parachoques oficial). He llegado a ver niños de año y medio a los que los padres llevaban con casco de motorista.
Lo que favorece que caigan siempre de cara es que si observas al niño, tiene una cabeza que es más grande en relación a su cuerpo que la nuestra.
Cuando arranca a andar, parece que se fuera acelerando, y es que en cuanto echa la cabeza hacia delante se desequilibra y acelera intentando pillar su centro de gravedad, hasta que lo pilla, pero en el suelo.
Es frecuente que los padres consulten en este momento si es normal que se caigan tanto, si es normal que ande echando los pies hacia dentro, si es cierto como le ha dicho el genio de turno (vecina, cuñada, abuela) que tiene los pies planos… Y es que el espíritu de la duda no deja pasar una a los sufridos padres.
Todo lo anterior tiene la misma respuesta, sí, es normal. ¿También que tengan el pie plano? Si. Todos los niños tienen los pies planos hasta los 3-4 años.
La razón por lo que se caen al principio es que sus piernas no son aún bastante fuertes para controlar perfectamente sus movimientos, y además su equilibrio no es muy bueno.
Conforme va andando mejor vemos que llega el momento en que las caídas se producen ya sólo cuando van acelerando.

Esto es debido a que el equilibrio se desarrolla con más lentitud que la fuerza muscular con lo que el niño intenta correr tan rápido como sus músculos le permiten pero cuando alcanza una velocidad que su equilibrio no es capaz de controlar, se cae.
En el momento que su equilibrio esté suficientemente desarrollado para controlar el máximo movimiento del que sus músculos sean capaces, empezará a caerse bastante menos.
Esto suele ocurrir entre los 3 y los 6 años. Mientras no sea así, son frecuentes los morados y heridas en espinillas, rodillas, cara y palmas de las manos.

El lenguaje:
La comunicación es una de las principales cualidades del ser humano, aunque a veces nos empeñemos en demostrar lo contrario (demasiado a menudo).
Los primeros meses de vida la comunicación se fundamenta en un único método: el llanto. Cada vez que el niño no está cómodo por algo, cualquier cosa, llora.
No lo hace para llamar a los padres. En realidad al principio no es ni tan siquiera consciente de que exista nada en este mundo ajeno a él. Lo hace por frustración al sentirse agredido por algo desconocido o por no ver satisfecha una necesidad sin entender porqué su entorno se resiste a obedecer sus deseos.
En estos primeros meses hay niños que cuando están relajados “hablan” en su idioma, como dicen algunos padres. Es el balbuceo. En realidad están jugando con su boca, su lengua y la respiración. Es un buen signo de desarrollo del niño, pero no es que esté hablando.
Hablar es emitir sonidos concretos con sentido concreto con la intención de que sean entendidos por alguien y como decimos en estas edades son escasamente conscientes de que ni siquiera haya nadie con quien comunicarse.
Suele ser a partir del año cuando empiezan a usar palabras de este modo, aunque muy escasas, generalmente repetitivas y formadas por consonantes que se pronuncian por explosión de la respiración (b, p y m). No es casualidad que la casi totalidad de los apelativos familiares para el padre o la madre en cualquier idioma del mundo incluyan estas letras.
Cuando un niño dice una sola palabra con sentido, es decir, llama papá al padre o mamá a la madre de forma clara y reiterada (a veces obedece a la casualidad) es un gran progreso. Quiere decir muchas cosas:
– Oye. Porque no puede reproducir un sonido sin captarlo antes.
– Las vías nerviosas necesarias para que ese sonido llegue al cerebro y asocie imagen y sonido funcionan.
– Las conexiones necesarias para que el niño sienta que desencadena expectación y aprobación por los que le rodean y que identifique como algo concreto a una persona funcionan.
– También funcionan las zonas del cerebro necesarias para que ejerza su voluntad de llamar y los órganos fonatorios articulen los sonidos.
Dicho de otra manera, toda la infraestructura está bien. Depende de su motivación el que se vaya desarrollando con una mayor o menor velocidad el resto del lenguaje.
A los 2 años hay gran variedad.
Hay niños que hablan ya con un vocabulario asombroso, y los hay que pronuncian no más de una veintena de palabras claras.
Generalmente estos últimos, sí que entienden casi todo lo que les dicen los padres a ellos, pero a la hora de demandar de los demás suelen usar el sistema universal del dedo ordenatorio, o el de llevar de la mano a los padres hasta el lugar en el que se encuentra aquello que quieren.
Esto no quiere decir que sean menos inteligentes que los primeros, sino más bien que consiguen todo lo que necesitan sin necesidad de esforzarse demasiado.

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El Crecimiento

Una idea de conjunto del proceso de crecimiento infantil

La pediatría se define como la medicina del ser humano en crecimiento.

Es un proceso constante durante toda la edad pediátrica pero no uniforme. Cada edad tiene su ritmo.

La alteración de ese ritmo es a veces por si sola signo de problemas, que en algunos casos no da otros síntomas. Asimismo, supuestas patologías que no alteren ese ritmo nos dicen que la patología no es tal o es mucho menos grave de lo que parece.

Evolución del peso en los primeros meses.

Cuando nace el niño, la primera semana suele perder peso, debido a que al nacer tiene un exceso de agua que tiene que eliminar. Puede llegar a perder hasta una décima parte de su peso al nacimiento. Así un niño que al nacer pesó 3 kg puede pesar a la semana 2,7 kg sin que haya ningún problema. Pérdidas superiores si suelen indicar un problema para asimilar el alimento o simplemente una falta de él.

Desde ese momento empezará a recuperarse y aproximadamente a los 10 días de vida suele alcanzar de nuevo su peso al nacimiento. A partir de ahí el ritmo de ganancia de peso suele ser de 150-200 gramos por semana hasta los tres meses. Edad desde la cual se enlentece a un ritmo aproximado de 100 gramos por semana hasta los 9 meses. Entre los 9 meses y los dos años mantienen ya una ganancia de unos 50 gramos por semana.

Estas cifras son orientativas. Los niños ni son relojes ni tienen un contrato que les obligue a cumplir con ellas. Son seres vivos que se ven influidos por sus propios condicionamientos y por todo lo que les rodea, por lo que son normales las fluctuaciones. Es normal por tanto que si en una semana gana 500 gramos en la siguiente no gane o incluso pierda porque se haya empachado y coma menos. También es normal que si pesa con 4 meses 8 kg cuando lo normal sería que pesara 6, ralentice su crecimiento desde ese momento y pase a no ganar nada en un mes.

Evolución de la talla en los primeros meses de vida

En cuanto a la talla, hasta que se cumplen los dos años lo que se mide es la longitud (tumbado). A partir de esa edad se mide la talla (de pie). Los primeros días puede haber un aumento llamativo de la longitud. A veces es más debido a una mayor relajación del recién nacido (se estira mejor) que a un crecimiento real. Los dos primeros meses suele crecer unos 3-4 cm por mes. Desde entonces se irá frenando, de modo que a partir de los 9 meses suele ganar uno centímetro por mes hasta los 2 años.

Los 3 parámetros más usados para controlar el crecimiento en los niños son peso, talla y perímetro cefálico (circunferencia de la cabeza).
En el primer año de vida son peso y perímetro cefálico los que tienen una mayor importancia para controlar el correcto desarrollo del niño.
Este último, el perímetro cefálico, para ser valorado correctamente hay que saber medirlo bien e interpretarlo conjuntamente con el grado de cierre de las suturas de la cabeza y su forma. Algo realizable por un pediatra, por lo que no tendría mucho sentido que os de unos valores de referencia que de poco os valdrán. Desde el cierre total de las suturas del cráneo (que suele ocurrir entre los 6 y los 15 meses) el control del desarrollo pasa a centrarse más en peso y talla.

La talla suele tener un crecimiento más regular, que puntualmente puede acelerarse por la fiebre. No es que como dice la gente le de fiebre porque va a crecer, sino al revés. El crecimiento es continuo y no tenemos fiebre de forma continua. Lo que sucede es que cuando tenemos cualquier infección por la que sube la fiebre, al aumentar la temperatura del cuerpo se acelera el metabolismo, y como parte de él, se crece más rápido. Es como si pisáramos el acelerador.

Los dolores de crecimiento

Otra cosa que suele relacionar la gente con el crecimiento son los dolores articulares. También falso. El crecimiento no duele.

Los dolores atribuidos al crecimiento, son en realidad dolores por sobrecarga. Los niños no paran, incluso cuando se hacen daño, en muchos casos, al no ser un traumatismo con fractura ni esguince grave, pueden y de hecho siguen jugando. Después, cuando paran, al enfriarse, los pequeños daños de articulaciones, tendones y músculos empezarán a hacerse más evidentes y a doler. Ese tipo de dolores no es típico de los niños mientras crecen por el crecimiento, sino por el tipo de actividad que tienen. De hecho es el mismo tipo de dolores que mantienen los deportistas (aunque ya no crezcan). Desde que se estabilice el crecimiento de la talla a partir de los 2 años en torno a 5-7 cm por año, se mantendrá a ese ritmo hasta la pubertad.
Entonces llegará el “estirón” del cambio hormonal en el que pueden crecer a un ritmo de entre 6 y 12 cm por año durante 2-3 años tras los cuales se frenará bruscamente por el cierre completo de los cartílagos de crecimiento de los huesos largos.
Desde ese momento tendrá la que será su talla adulta con variaciones de no más de 5 cm.

¿De qué depende que un niño llegue a ser más o menos alto?

Hay una gran variedad de factores que influyen en ello. Vamos a tratar los principales.

  • La herencia genética: suele decirse que se puede calcular la talla futura de un niño en función de la de los padres.
    Sin duda la información genética que determinó la talla de los padres influirá en el hijo de forma similar, hasta el punto de que muchos niños bajos no tienen más causa para su escasa talla que el provenir de una familia de talla baja (talla baja familiar).
    Pero es imposible determinar con exactitud la talla futura de un niño sólo en función de ello.
    Si fuese así la talla media de nuestros hijos sería la misma que la nuestra y es evidente cuando estudiamos las 3 ó 4 últimas generaciones de españoles que se ha producido un aumento significativo de la talla media.
    Eso no puede ser por herencia a no ser que los padres legítimos de una cada vez mayor proporción de españoles sean turistas suecos. Si es así debe ser uno de los secretos mejor guardados de las españolas. ;P
  • La nutrición: el principal factor que ha propiciado ese crecimiento en las últimas generaciones ha sido el nutricional.
    De hecho la talla media de cualquier país aumenta con el progreso económico. Algún lector avispado en este punto me diría que no debe ser entonces tan mala la alimentación actual infantil que critico en otros artículos de esta web.
    Pues se siente, pero me mantengo en mis trece. La alimentación infantil actual es una basura, mezcla del marketing y la hiper selección caprichosa de alimentos.
    Que tiene el efecto secundario del mayor crecimiento de nuestro hijos, pues sí. Que es a costa de reducir sensiblemente su calidad de vida futura, pues también.
    De hecho lo que había antes era una carencia de alimentación, no en calidad (que era sensiblemente mejor) sino en cantidad. Antes estaban desnutridos por falta de comida. No alcanzaban la talla de las nuevas generaciones por que aunque su plano genético era tan bueno como el nuestro había carencia de ladrillos para construir.
    Hoy esa falta no existe, hay exceso de oferta alimentaria, de hecho y haciendo honor a la verdad la calidad de los alimentos no procesados es también mayor que la que había antes.
    El problema está en la forma tan desequilibrada en que los consumimos. Junto con los ladrillos necesarios para construir estamos metiendo mucho embalaje, mucho adorno y mucha vidriera. El resultado, como en cualquier construcción es que cuando sustituimos los ladrillos por adornos y vidrieras el edificio se embellece, pero si nos pasamos pierde resistencia y puede derrumbarse.
    Hoy en día estamos sustituyendo los azúcares complejos por refinados y aumentando la proporción de grasas, proteínas y sales en la dieta.
    Resultado: más altos, más obesos, más hipertensos, colesterol alto, diabetes, cáncer…
  • El tercer factor fundamental que determina la talla final de un niño es la edad con la que se produzca la pubertad. El crecimiento en talla se produce fundamentalmente por el crecimiento de los huesos largos del cuerpo. Estos huesos suelen tener en cada uno de sus extremos un cartílago con hueso a ambos lados. El hueso como tal crece poco o nada, es una estructura bastante rígida. Estos cartílagos son más flexibles y cuando sus células se multiplican, la matriz que los envuelve puede crecer. En su límite con el hueso esta matriz va poco a poco solidificándose transformándose en hueso, pero mientras este proceso sea más lento que la multiplicación de las células del centro del cartílago el hueso seguirá creciendo. Es lo que pasa durante toda la infancia. Lo que antes referíamos a la relación de fiebre y crecimiento se debe a que la fiebre estimula la reproducción de las células cartilaginosas. Cuando llega la pubertad, hay un aumento en la secreción de hormonas sexuales. Estas hormonas tienen un efecto potente sobre la maduración del cartílago de crecimiento. De modo que producen una aceleración del crecimiento pero acaban por agotarlo. El resultado son los 2-3 años de crecimiento más rápido en talla de la vida tras los cuales se para casi en seco. Por ello la edad de comienzo de la pubertad resulta determinante.
    Hay niños que la empiezan antes de modo que rápidamente superan al resto de sus compañeros de clase. Pero al haber iniciado ese último tramo de crecimiento rápido desde niveles más bajos, una vez finalicen el proceso quedarán por debajo del resto.
    Aquellos que iniciaron la pubertad en último lugar han seguido creciendo al ritmo lento del resto de la infancia durante más tiempo, y al iniciar la última fase de crecimiento rápido lo hacen desde una talla mayor superando en la mayoría de los casos a los que fueron más precoces.
    Esta es la razón por la que la mayoría de los hombres son más altos que la mayoría de las mujeres: Los hombres maduran después.
    Cuando tenemos un niño con talla baja una de las primeras pruebas diagnósticas que pueden orientarnos hacia el pronóstico de talla es comprobar el estado de sus cartílagos de crecimiento respecto a su edad. Esto nos indica si el proceso de maduración final está ya iniciándose y en que grado se ha completado.
    Así, un niño con una edad de 10 años cuya talla corresponda a la de un niño de 9, si presenta en la radiografía unos cartílagos correspondientes a 8 años no tendrá problema en alcanzar la talla media, incluso superándola con facilidad.
    Si este mismo niño en la radiografía tiene unos cartílagos equivalentes a una edad de 11 años quiere decir que no solo tiene una talla inferior a la media de su edad sino que dado que ha agotado una porción de su potencial de crecimiento mayor al que correspondería para su edad, las posibilidades de recuperar ese atraso se reducen considerablemente.

Tabla de Crecimiento de la Organización Mundial de la Salud