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Rabietas en niños

Rabietas en niños

Esta semana se me ocurrió que sean los lectores los que decidan los temas que más les interesan.  Es algo así como que me hagáis una consulta comunitaria. Un Peketema.

De modo que en mi página de Facebook pedí que añadiéseis como comentario el tema que os gusta y escribiría esta semana un artículo sobre el que recibiese más «me gusta».

Algunos temas se han solapado un poco. Hay varias entradas sobre la dermatitis atópica. Pero el tema que se ha llevado el «premio» ha sido el de las rabietas en niños. Ha sido propuesto por tres personas:

Inma Bech Ruiz Rabietas en niños 16 Me gusta

Almudena Sanchez Perez Educación y saber estar desde temprana edad 14 Me gusta

Manoli Jimenez Arroyo Niño difícil respecto a rabietas y querer salirse siempre con la suya 3 Me gusta

Sumados ganan por goleada. Ha habido otros temas muy interesantes a mi parecer y de los que intentaré ir escribiendo poco a poco. Pero sobre el peketema ganador, Las Rabietas en niños, aquí tenéis mis consejos. Ahora faltan vuestras opiniones para enriquecerlo.

Las rabietas de los niños son algo especialmente común entre los 2 y los 4 años. Aunque algunos niños las empiezan antes de esa edad y otros siguen sufriéndolas (y haciéndolas sufrir) por encima de esa edad.

¿Qué es una rabieta?

Es una manifestación de que el niño no es capaz aún de manejar la frustración.

Desde el momento que un niño empieza a ser consciente de que es un ser independiente, y que para conseguir algunas cosas necesita la colaboración de otros, pueden aparecer.

Los niños en principio tienen necesidades y piden que se resuelvan. Y lo hacen del modo en que consideran más eficaz a su alcance.

Un niño pequeño no establece diferencias sutiles. Y cuando quiere o necesita algo, muestra su necesidad. Cuando no se le da lo que pide, se frustra y muestra su enfado. Y si sigue sin recibir lo que pide, el enfado va a más: Grita, pega, tira cosas, insulta, dice cosas “feas”…

Es una fase normal. Es la forma instintiva de responder a la falta de colaboración de los que le rodean.

Las rabietas son una de las conductas instintivas que todos tenemos codificadas en nuestro ADN para lograr lo que buscamos. Y están ahí porque hubo épocas en las que hacerlas era adecuado. Si pensáis en etapas anteriores de la humanidad en las que en una tribu había 15 niños y comida para 5, hacer rabietas, ser agresivo…. eran conductas que decidían la supervivencia. “El que no chilla no mama…”

De hecho, en esa época, cuando un niño pequeño peleaba más que los demás para lograr la comida apartando a los otros a tortas, los padres sacaban pecho: “el mío va a ser el jefe de la tribu…”

Pero esto ha cambiado. En la actualidad pegar o hacer una rabieta no funciona en nuestra sociedad. Si haces una rabieta delante del concesionario de BMW, no te van a dar un X6 (si lo hacen, avísame…).

En la actualidad hay conductas como la colaboración, convencer a los demás con argumentos, la zalamería, el pacto, el cumplimiento de normas… que funcionan mejor. Y lo que hacemos al educar es enseñar a nuestro hijo cuáles de todas las posibles conductas funcionan mejor.

Dependiendo del carácter del niño y de lo que nosotros hagamos cuando aparece una de estas situaciones, cederán antes o después las conductas inapropiadas y las sustituirá por otras que sí funcionan.

De hecho el carácter del niño está formándose y algunos aspectos se reforzarán y otros se suavizarán, dependiendo de nuestra forma de responder a su conducta.

Por tanto, en primer lugar, como padres, es importante que entendáis esto:

–        Que vuestro hijo tenga rabietas no quiere decir que seáis malos padres. El que más y el que menos, todos las tienen durante un tiempo.

–        No es que vuestro hijo sea “el niño del exorcista”, pura maldad y deseo de amargaros la existencia. Es normal. Y está empezando a definir su carácter y conocer los límites del ambiente que le rodea.  Eso es bueno. Pero no siempre es fácil.

Para reducir y manejar mejor las rabietas hay cosas que los padres podemos hacer.

Antes de la rabieta: Prevenir.

Hay situaciones en las que es previsible que va a sufrir la rabieta.

Ejemplo:

“Dando un paseo se nos ocurre meternos en una tienda de juguetes, por mirar, que no vamos a comprar nada…”

“Tengo prisa para volver a casa, puedo pasar por esta calle que tiene los columpios, o por la paralela que no. Pues echo por la de los columpios que tardo 10 segundos menos…”

“Hay cierto detalle de decoración que yo sé que al niño le gusta. No quiero que lo rompa, pero lo dejo a su alcance…”

Y hay situaciones casi inevitables:

“Los supermercados, que conocen bien el tema, ponen los expositores de chuches y juguetes cerca de la caja, para que cuando los padres vayan a comprar comida (eso no hay más remedio) con sus hijos preescolares “caigan en la trampa” mientras hacen cola. Eso no puedes evitarlo, pero si descubres un supermercado en el que no son tan “estrategas”,  puedes comprar en ese y no en el de la “trampa mortal”.

Evitar situaciones como estas precisa pensar las cosas antes de hacerlas. Pero en la mayoría de los casos merece la pena el esfuerzo.

En el momento: Calma y cabeza.

Cuando vemos que empieza a liarla, antes de llegar a la crisis, piensa:

–        ¿Puedes darle lo que pide sin perjudicarle? Dáselo. Antes de que la cosa vaya a más y empiece a hacer conductas que no quieres premiar, dale lo que pide.

–        Si no lo has hecho, con toda la tranquilidad del mundo, toca aguantar. Si un niño pega, grita, insulta… y es entonces cuando logra lo que pedía. La próxima vez que quiera algo pasará antes a la fase de pegar, gritar e insultar, que es la que le funciona. Y apúntate que si ha sido por algo que podías haberle concedido sin problema, la culpa ha sido más tuya que suya. La próxima vez piensa un poco antes de decirle que no.

–        Y si la petición en cuestión es claramente perjudicial para él concederla: Toca tranquilidad y aguante. Pegue, grite, insulte o tramite una denuncia por triplicado, la solución no es darle el cuchillo jamonero para que juegue con él o dejarle que meta la mano en el fuego o meta la aguja de punto en el enchufe… Ni tampoco por supuesto pegar más fuerte que él, gritar más alto, o insultar de forma más hiriente que él. La crianza respetuosa no es criar respetando todas las peticiones del niño, sino actuar respetando en primer lugar lo que beneficia al niño, a corto y a largo plazo. Y contradecirlo hasta donde haga falta si algo le perjudica, no es ser poco respetuosos con nuestro hijo. Es ser responsables como padres.

Después de la crisis: Afecto y diálogo.

Una vez que la crisis ha pasado, hemos llorado todos un poquito y ha bajado la temperatura de la sangre, da tu siempre el paso de ofrecer tu afecto.

Dile claramente: “No estoy enfadado y te quiero, ¿me das un abrazo?”

Cuando se entregue al abrazo (si lo la habéis soltado aún, ahora podéis soltar la lagrimita) es el momento de explicarle con toda la calma y el afecto que podáis porqué le hemos dicho que no y hemos mantenido nuestra postura. Y porqué gritar, pegar, insultar… no es una forma de conseguir las cosas y papá y mamá no van a darle nunca lo que pida de ese modo.

Como en cualquier otro tema de educación, los resultados no son inmediatos. Las cosas se aprenden a fuerza de prueba y error. Algunos lo entienden con 3 veces y otros con 30. Pero como es vuestro hijo y vosotros sois sus padres os toca repetir la operación las veces que haga falta y con la máxima tranquilidad y el mayor afecto por vuestra parte.

Si sois constantes los resultados acaban llegando. Si os dejáis llevar por la solución fácil y el salir de cada rabieta como más cómodo resulte, vais a tener problemas para rato: Hay adultos que siguen pensando que pegando, gritando o insultando se consiguen las cosas. Ya se encarga el resto del mundo de demostrarles lo que, por desgracia para ellos, no les enseñaron sus padres.

Peketema 2

 

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A los que queráis profundizar más en este tema os recuerdo que tengo un eBook sobre el tema:

Crianza y Educación.

Crianza y Educación Entre el amor y la responsabilidad