Categorías
Alimentación Complementaria del Bebé Alimentación del Bebé y el Niño Ansiedad Bebé de 20 meses Blog Conducta del Bebé y el Niño Crecimiento y Percentiles Diabetes Dieta Sana Enfermedades Crónicas en Bebés y Niños Herramientas de Salud Infantil Obesidad Infantil

Mezclar estómago, cabeza y corazón: Complicación

Consecuencias negativas de confundir la comida con afectividad en niños.

El afecto es un ingrediente positivo en cualquier mezcla hablando de relaciones humanas. El problema es la sustitución del afecto por comida.

La alimentación es una necesidad primaria. Todo ser humano no enfermo come para nutrirse. Los niños no son una excepción.

Yo establezco una diferencia fundamental entre dos grupos de edad en relación a la comida: El lactante y el niño. El lactante es alguien a quien alimentamos. El niño es alguien que se alimenta de forma activa. No pongo un límite de edad. Porque hay niños a los que se les alimenta durante años.

En la primera fase de la vida (el lactante, por ponerle algún nombre), el ser humano no es capaz de alimentarse a sí mismo. Depende de los adultos para que le alimenten. Y si los adultos que le cuidan tienen una relación normal con él, cuando le alimentan le dan afecto sistemáticamente. El ejemplo más claro es la lactancia materna. Pero también una lactancia artificial dada con afecto (que es lo habitual).

Durante esta fase, es a veces difícil distinguir si lo que nos pide es comida o afecto. Y se dan ambas cosas juntas. Esto no es un problema, sino algo positivo:

Si lo que busca es afecto, se lo damos. Acompañarlo de comida tiene un efecto de refuerzo. Al comer y subir el nivel de azúcar en sangre, se liberan endorfinas (sustancias que en el cerebro desencadenan una sensación de placer). Con lo que recibir afecto ante un falta de afecto se refuerza como la solución idónea.

– Si lo que el bebé buscaba era alimentación. Le damos el alimento y lo hacemos con afecto. Lo que, aparte de ser la forma natural de hacer cualquier cosa con alguien a quien se quiere, evita que se generen reacciones de rechazo a la comida.

Pero llega un momento en que el niño se desarrolla y empieza a actuar de forma más autónoma con su entorno. En cuanto a la comida, empieza a curiosear, a interesarse por otros alimentos que toman los adultos. Y en muchos casos, especialmente si lo hacemos con flexibilidad y naturalidad, empieza a manipular los alimentos y a tomarlos por sí sólo.

Lo habitual es que esto sea un proceso espontáneo que en cada niño se desarrolle a su ritmo y que lo lleve al final a separar poco a poco la comida de la necesidad de afecto. Además el niño expresa mejor sus necesidades y los adultos que le rodean lo conocen y entienden.

Pero pueden aparecer problemas en este proceso. Los más frecuentes son:

Cuando los padres piensan que un niño no se alimenta bien. Si esto ocurre, es habitual que los padres lleguen a la comida con una sensación de angustia, que transmiten al niño. Lo que convierte la comida en algo desagradable y forzado. El niño acaba desarrollando ante eso rechazo. Otros padres no consiguen alimentar al niño sin entretenerlo (frecuentemente con la televisión, el móvil o montando un circo en cada comida…). Eso hace que para el niño la comida sea algo que le dan mientras le entretienen. Pasamos de un descubrimiento activo de la comida a una alimentación pasiva. En la mayoría de los casos, la solución es entender que las necesidades de comer del niño no se ajustan en horarios ni cantidades a un patrón que nosotros tenemos en la cabeza. Y que lo único que debemos hacer es ofrecer comida que el niño buscará en los momentos que tenga hambre.

Cuando ante una petición de afecto respondemos aportando alimentación sin afecto. En otros casos se ve a los niños inquietos, aburridos, nerviosos. En la mayoría de esas ocasiones, lo que el niño nos está diciendo es que necesita nuestra atención. Quiere que juguemos con él. Que salgamos a dar un paseo. O simplemente que le abracemos… Pero ante eso, algunos padres (a veces por falta de tiempo) descubren el milagroso efecto del trozo de pan, el paquete de gusanitos, el biberón de zumo, leche o manzanilla. Es dárselo y el niño se entretiene comiendo sólo. Y en pocos minutos se ha calmado. El mecanismo es, como decía antes, que al comer sube el azúcar en sangre. Eso libera endorfinas. Y se pasa a una situación de placer. Es muy efectivo. Y los padres tienden a usar este sistema más, cuanto menos tiempo tienen para su hijo o menos proclives son a manifestarle su afecto.

Todo esto sucede en una etapa de la vida en la que se forman las conductas inconscientes del niño que van a seguir funcionando de forma inconsciente durante el resto de la vida.

Lo previsible es que su futura relación con la comida sea:

– Muy selectiva: Ya que en su relación con la comida hemos eliminado la curiosidad y el gusto por explorar (lo hicimos pasivo).

– De rechazo: Si lo que hicimos fue una guerra de cada comida.

– Compulsiva: Es decir, va a buscar la comida como forma de calmar las necesidades afectivas.

Por tanto mezclar estómago (la alimentación), con la cabeza (ideas preconcebidas de los padres) y corazón (sustituir afecto por comida) es fácil que produzca complicaciones.

Vuelvo a aclarar: No es dar comida con afecto lo que produce problemas (eso es positivo) es sacar el afecto de la alimentación o sustituirlo por ella.

Suscríbete para recibir Gratis el Boletín de novedades de MiPediatraOnline

Si os resulta interesante pulsando «me gusta» y compartiéndolo, permitís que otros accedan a esta información.