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Las Alergias en niños y bebés

Alergia en niños y bebés

Niños y bebés con alergia. Alergias alimentarias, a pólenes, a antibióticos, el asma, la dermatitis atópica ¿Porqué surgen y qué pueden hacer los padres?

Con la evolución actual, cualquiera diría que dentro de unos años todos seremos alérgicos.

Las patologías alérgicas están aumentando especialmente en países desarrollados y sobre todo en clases sociales media y alta del medio urbano. Hay muchas teorías que intentan explicar este aumento, que muy posiblemente sea el resultado de la coincidencia de varios factores.

Una de las teorías más aceptadas es la Higienista, que afirma que nuestro sistema defensivo está diseñado para vivir en un mundo que nos ataca constantemente (tenemos contacto a diario con miles de microorganismos que intentan desarrollarse en nuestro interior de modo más o menos agresivo). El ambiente cada vez más aséptico en el que desarrollamos nuestra vida, está dejando a nuestro sistema inmune sin trabajo.

En otros órganos, la falta de utilización induce una atrofia. Pero esto en el sistema inmune sería peligroso, ya que a pesar de nuestra higiene, más tarde o más temprano aparecería una infección que supondría un grave riesgo para nuestra vida. El resultado es que el sistema inmune está diseñado para mantener un nivel mínimo de actividad y si en el medio en que vivimos no encuentra estímulos adecuados para dicha actividad, empieza a buscarse otros no tan adecuados.

Dentro de los estímulos que han ido desapareciendo parece que tienen especial importancia los parásitos intestinales (lombrices por ejemplo). Las células del sistema defensivo (los glóbulos blancos) están divididas en distintos grupos especializados en la lucha contra ciertos agresores. Uno de esos grupos son los eosinófilos. Son los especializados en la lucha contra parásitos. Y son los más frecuentemente implicados en las reacciones alérgicas.

De hecho cuando una analítica presenta un aumento de los eosinófilos, las causas más frecuentes son una parasitosis intestinal o una alergia. Según esta teoría la práctica desaparición de las parasitosis en las clases medias y altas de los países desarrollados dejaría sin estímulos a estas células que empezarían a buscar algo nuevo que hacer.

La alergia puede manifestarse de muchas formas, en función de la predisposición de cada paciente y de la forma en la que contactamos con el agente alérgico.

Las localizaciones más frecuentes son la piel, las vías respiratorias y el aparato digestivo.

Alteración del «Equilibrio Omega»

Otra de las teorías es la dietética.

En nuestro cuerpo hay muchas grasas. Algunas de ellas que sólo podemos obtener de la alimentación, porque no somos capaces de producirlas.

Es lo que llamamos Ácidos grasos esenciales. Los más conocidos son los Omega 3 y 6.

Todas son necesarias, pero hay grasas «buenas y malas»:

Omega 3: Están presentes en las grasas de origen vegetal (chía, onagra, oliva…) y en el pescado azul. Son buenos.

Omega 6: Los hay buenos, procedentes de aceites vegetales (oliva, nuez…) y malos (grasa de la carne y piel de animales).

El exceso de Omega 6 de origen animal frente a Omega 6 vegetales y Omega 3 favorece los procesos inflamatorios (entre los que están las alergias).

Por eso se recomienda reducir el aporte de grasas animales y aumentar los aportes de grasas vegetales o de pescado azul en los niños con tendencia a hacer alergia.

Pero mientras lo conseguimos y en niños en los que lograrlo resulta muy complicado podemos recurrir a suplementos de Omega 3.

Las pruebas de la alergia y la vacunación anti-alérgica:

Es muy frecuente en cuanto se atribuye un síntoma a alergia en un niño que los padres soliciten que se le hagan las pruebas de alergia.

Conviene tener varias ideas claras al respecto.

En primer lugar no todas las reacciones alérgicas permiten la identificación del causante. Algunas de ellas se producen de hecho por la combinación de varios estímulos, con lo que averiguarla resulta poco menos que imposible dado que las combinaciones son infinitas.

Hay que darse cuenta también de que las pruebas de alergia no curan. Es muy frecuente que pacientes alérgicos acudan a la consulta con su crisis, (por ejemplo una rinitis por alergia al olivo) que el paciente sabe que sufre todos los años por las mismas fechas y cuyo causante es el olivo porque le han hecho las pruebas de la alergia. Esta rinitis le amarga la existencia durante un par de meses al año, y viene sin tratamiento.

O bien hay alergólogos que reparten resultados de pruebas de alergias como quien da carnés de un club de amigos, o el paciente ha hecho poco caso de las indicaciones del alergólogo pensando que con ponerle nombre a la enfermedad ya estuviese curada.

Hay dos formas de determinar el causante de una alergia:

  • Una analítica de sangre en la que estudiamos los anticuerpos específicos que tenemos contra cada uno de los causantes más frecuentes.
  • La realización de pruebas en la piel. Hacemos una pequeña herida, y sobre ella echamos una gota de líquido en el que va diluido el agente que sospechamos. Estas son más específicas que las primeras, pero también tienen más riesgos. Existe la posibilidad de desencadenar una reacción alérgica grave al realizarlas.

Sea con uno, con otro o con ambos métodos, la identificación del agente desencadenante de alergia tiene fundamentalmente la utilidad de servirnos para evitar la exposición al mismo (cosa poco realizable en algunos casos, como el alérgico al polen del olivo que vive en Andalucía), para establecer la época en que debe ser tratado (aunque eso se puede hacer simplemente observando los síntomas) y cuando los síntomas son intensos, potencialmente graves o no se controlan de forma adecuada con la medicación indicada, valorar la vacunación.

La vacunación consiste en acostumbrar a nuestro sistema inmune a ver como algo normal al causante de nuestra alergia, para que deje de actuar contra él.

Esto se consigue dándonos concentraciones cada vez mayores del agente alérgico para que acostumbrarnos a él.

Todas las vacunas (sean inyectadas o sublinguales) van preparadas en varios viales numerados (cada vial contiene el agente alérgico a una concentración mayor que el anterior) de los que administramos cantidades crecientes hasta acabarlos.

Es recomendable tener en cuenta varias cuestiones:

  • No tiene sentido vacunarse de más de 2 ó como muchos 3 alergenos simultáneamente.

Los pacientes que manifiestan sensibilidad a muchos alergenos y en los que no hay una relación clara con los síntomas, no son candidatos a la vacunación.

No tiene sentido la eliminación al azar de sensibilidad a 3, 4 ó 5 alergenos cuando hemos demostrado su sensibilidad a 20 ó 30 de ellos y no tenemos ni idea de cual es el auténtico responsable de los síntomas.

Parece necesario recordar que cualquier terapia en la alergia no va dirigida a que el paciente deje de “ser alérgico”, cosa imposible, sino a controlar unos síntomas, que son los que le hacen sentirse alérgico.

En realidad, prácticamente todos somos alérgicos en mayor o menor medida a algo. Pero no nos sentimos como tales ni precisamos tratamiento si no desarrollamos unos síntomas que nos resulten molestos.

Por eso antes de decidirnos por la vacunación, es importante establecer la relación clara entre los síntomas y el agente alérgico al que las pruebas de alergia hacen responsable.

Si no concuerda el agente que nos indican las pruebas con la forma de presentación de los síntomas, es que aunque las pruebas lo indiquen no es el responsable principal de las manifestaciones que sufrimos y por tanto aún vacunándonos no mejorarán.

Ejemplo: Rino-conjuntivitis que aparece en cualquier época del año en un niño al que las pruebas de la alergia califican de alérgico fundamentalmente al polen del olivo.

No tendría sentido vacunarle, ya que si fuera el olivo el responsable de su rino-conjuntivitis, ésta sólo se mantendría mientras hay polen en el aire (abril-junio).

Hay quien lo vacuna de cualquier modo, y el “inesperado” resultado suele ser que no mejora en absoluto.

Otro ejemplo que vemos con frecuencia, son niños a los que sin manifestar síntomas de alergia se le hacen las pruebas y éstas nos indican que es sensible al algunos alergenos.

Y se está vacunando. ¿Cómo se ha establecido contra que alergenos vacunarlo, si no tiene síntomas?

Se pretende continuar el tratamiento hasta que desaparezcan ¿qué síntomas?

¿Cómo sabremos si ha sido efectiva la vacunación?

¿Si los anticuerpos desaparecen?

Y si aquellos contra lo que lo hemos vacunado desaparecen y en la nueva analítica aparecen anticuerpos ante un estímulo nuevo, sin síntomas (cosa que no digo que ocurra siempre, pero casi) ¿lo vacunamos del nuevo?

Formas de manifestación alérgica:

Dependiendo de la predisposición personal y del modo en que el alergeno entra en contacto con nuestro organismo, aparecen manifestaciones alérgicas muy distintas.

Evidentemente suelen aparecer con más intensidad en los órganos que sirven de barrera entre nuestro organismo y el exterior: piel, vías respiratorias y aparato digestivo.

En piel suele aparecer como eccemas, prúrigo o urticarias, en vías respiratorias como rinitis, conjuntivitis o bronquitis y en aparato digestivo como alergias a alimentos con vómitos, diarrea o simplemente estancamiento en la ganancia de peso.

Sea cual sea el foco inicial de la reacción alérgica, dependiendo de la intensidad de la respuesta inmune puede extenderse a cualquier otra localización y a veces hacerse generalizadas y muy intensas como el shock anafiláctico.

Dermatitis atópica:

No es sólo una alergia.

El niño con dermatitis atópica tiene una piel más seca de lo normal, con una escasa secreción de grasa.

Esa es su piel y va a seguir siendo así hagamos lo que hagamos.

La tienen según los estudios una quinta parte de la población aproximadamente.

El problema es que cuando carecemos de la capa de grasa habitual que hay sobre la piel protegiéndola, las sustancias agresivas de nuestro entorno (desde el frío o el calor, hasta fibras, detergentes, pólenes, contaminación…) la dañan con más facilidad y nuestro sistema defensivo empieza a actuar contra ellas.

Estos pacientes tienen siempre una piel más seca, en la que de vez en cuando aparecen esas reacciones en forma de eccemas o prúrigo.

Un eccema es una inflamación de la piel seca con descamación y picor.

Un prúrigo es la aparición de puntos con picor e inflamación de la piel: granos.

Con el tratamiento de la dermatitis atópica no podemos curar la dermatitis para que no vuelva a aparecer, pero podemos hacer que las crisis sean menos frecuentes y menos intensas.

Hay que distinguir por eso entre las medidas de higiene ambiental y cuidados de la piel para el mantenimiento de la piel atópica y el tratamiento de los brotes en sí.

Las medidas principales para mejorar a largo plazo la dermatitis atópica son:

Evitar irritantes en su ambiente:

La ropa interior (especialmente la de cama: sábanas, funda de almohada, pijama) deberían ser de algodón 100% y sin colorantes.

Hay que reducir la cantidad de polvo que hay en su ambiente, especialmente en su dormitorio, que es el sitio en el que pasa la mayor parte de su tiempo.

La razón es que en el polvo proliferan unos insectos microscópicos llamados ácaros, que son uno de los mayores irritantes para la dermatitis atópica.

Por tanto la habitación de un niño con dermatitis debe estar lo más despejada posible, para facilitar su limpieza.

En especial debe evitarse que en ella haya: peluches (que además suelen estar hechos de fibras artificiales), estanterías con libros, alfombras, cortinas y posters.

Además, los ácaros proliferan con más facilidad en ambientes con temperatura y humedad constantes, por lo que conviene ventilar bien la habitación todos los días.

Hay niños que empeoran en verano por culpa del sudor.

Si se suda mucho puede irritar la piel, y además con el sudor se pegan a la piel otras sustancias como polen, contaminación, polvo… favoreciendo la aparición de las reacciones.

Por ello, además de su baño diario, cuando en verano sudan mucho es bueno ducharlos a media tarde, sin jabón siquiera, simplemente para quitarles el sudor de encima.

Después del baño deben secarse con toallas de algodón y empapando, sin frotar.

No frotamos, para no eliminar totalmente la grasa que sobre la piel dejan los geles y aceites de baño para dermatitis y además para irritar la piel lo menos posible.

Otro irritante importante para la dermatitis puede ser el cloro del agua de las piscinas.

Por ello, cuando van a la piscina, deben ducharse en cuanto salgan del agua.

Si en zonas con contacto con joyería (pendientes en las niñas) aparecen eccemas con frecuencia, puede llegar a ser necesario eliminar las joyas.

Reponer la capa protectora de grasa que no tiene de forma natural:

Esta es la parte más conocida del tratamiento de la dermatitis atópica, que consiste en formar sobre su piel una capa grasa de protección de la que el niño carece.

Se hace por medio de productos cosméticos a base de avena y sobre todo de glicerina, ya que los hay que son alérgicos a la avena.

Casi todas las empresas de cosmética de venta en farmacias tienen cremas y geles específicos para dermatitis atópica, y no hay una marca que sea la mejor.

Hay niños a los que les va bien una y niños a los que les va bien otra.

Lo que hay que hacer es probar, y la que le vaya bien, usarla todos los días.

Suelen ser necesarios una loción corporal y un gel.

A veces pasa, que usando una marca concreta que siempre le ha ido bien, empieza a no darle buen resultado.

No podemos decir que eso sea así porque tenga un brote, ya que incluso con el mejor cuidado posible un niño con dermatitis tendrá brotes de vez en cuando.

Diremos que no le va bien cuando los brotes empiecen a ser más fuertes y frecuentes de lo habitual.

Cuando eso le pase usando una marca que hasta entonces le había ido bien, es que ha llegado el momento de cambiarla por otra.

Pero si dejamos una temporada sin usarla, al volver a ella suele irle bien de nuevo.

Por eso generalmente con un par de marcas que podamos ir alternando por temporadas puede controlarse bastante bien.

Evitar alimentos que favorezcan los brotes:

Hay ciertos alimentos que son ricos en histaminas.

Las histaminas son sustancias que actúan en nuestro cuerpo como mediadores de la inflamación alérgica.

De hecho el tratamiento más básico de las alergias son los anti-histamínicos.

Por tanto si comemos alimentos ricos en histaminas pueden aparecer reacciones alérgicas con más facilidad.

El primer alimento de esta lista es el chocolate: No es que los niños a los que salen granos al tomar chocolate sean alérgicos a él.

La mayoría simplemente hacen alergias a otras cosas que se desencadenan con más facilidad tras tomar chocolate por aumentar la cantidad de histaminas en nuestro organismo.

Los alimentos que debe evitar un atópico son sobre todo:

Chocolate, vainilla, frutos secos, embutidos y quesos curados y alimentos enlatados.

Todo lo dicho hasta ahora son las medidas habituales en un niño con dermatitis atópica para evitar los brotes o al menos reducir su frecuencia e intensidad.

Cuando aparece el brote:

Cuando el brote aparece, es decir, aparecen eccemas o granos y picor ya no es suficiente con aplicar los cuidados descritos, necesita tratamiento.

Ya que los brotes son más difíciles de controlar cuanto más dejamos que empeore, deberían tratarse (sobre todo los eccemas) en cuanto empiezan a aparecer.

El tratamiento del brote puede ser en cremas, en tratamiento oral o a veces ambos y consiste en lo siguiente:

Si pica debe tomarse un antihistamínico.

Si no lo hacemos se va a rascar y el rascado empeora la dermatitis y favorece que se sobreinfecte.

Para frenar la reacción alérgica que está causando las lesiones en la piel, si esta es muy leve puede ser suficiente sólo con el antihistamínico y su crema hidratante habitual.

Cuando esta es ya más intensa solemos usar un antinflamatorio en crema (los más frecuentes son los corticoides, aunque hay otros antinflamatorios distintos que también pueden usarse).

Y cuando ni así lo controlamos usamos un corticoide por vía oral además de lo anterior.

En algún caso, si las lesiones se han sobreinfectado puede precisar además tratamiento con antibióticos.

El tratamiento concreto de cada brote precisa de la valoración del mismo por el médico para decidir los fármacos a usar y su dosificación en función de la extensión e intensidad del cuadro.

Alergia a picaduras:

Una picadura es una agresión a través de la piel que produce una herida en la que además con frecuencia pueden depositarse venenos o gérmenes que pueden extenderse por el resto del cuerpo.

Por eso es lógico que el sistema inmune reaccione ante ellas desencadenando una reacción inflamatoria a su alrededor para aislar y neutralizar estos agentes.

Pero hay personas en las que la reacción del sistema inmune ante las picaduras es exagerada, llegando a producir más daño del que la propia picadura puede desencadenar, a veces con reacciones generalizadas que ponen en peligro incluso la supervivencia del individuo.

Los animales más frecuentemente causantes de picaduras y alergia son en nuestro entorno los mosquitos, pulgas, arañas, avispas y abejas.

Picaduras de escorpión y serpiente son mucho menos frecuentes y en nuestro medio, las especies presentes en su mayoría tienen venenos poco potentes.

Sea cual sea el animal que produce la picadura debemos alarmarnos si los síntomas se extienden rápidamente y sobre todo si aparecen síntomas generales, como mareo, palidez de piel, alteraciones de la respiración, o aparición de reacciones en la piel en zonas distintas del cuerpo a aquellas en la que se ha producido la picadura.

El tratamiento, salvo en picaduras venenosas que en algún caso tiene tratamiento con antídotos específicos, es siempre el mismo, más en función de la intensidad de la reacción desencadenada que del agente causante.

Este tratamiento tiene tres objetivos, reducir la reacción alérgica, combatir la infección si aparece y evitar si es posible que sigan picándole.

Para frenar la reacción alérgica lo más usado son los antihistamínicos y si con ellos no se frena los corticoides.

Los antihistamínicos deben usarse por vía oral, pinchados o por vena.

Los corticoides además de estas vías pueden aplicarse localmente en forma de cremas.

Las cremas de antihistamínicos no deben usarse porque aumentan la sensibilidad de la piel al sol favoreciendo las quemaduras solares.

Para combatir la infección pueden usarse antibióticos en crema, por vía oral, pinchados o por vena dependiendo de la intensidad de la infección.

Por último para evitar que sigan picándole, las medidas van orientadas en función del “bicho” que le haya picado.

Los más frecuentes son como he dicho, mosquito, pulga, araña, avispa y abeja.

Ya que a excepción de la abeja (que deja el aguijón), los demás no dejan una señal clara de quien ha sido, hay que averiguarlo por deducción.

Hay mosquitos habitualmente en los meses de calor (de mayo a septiembre). Suelen picar más de noche, cuando entran en las casas atraídos por la luz. Los picotazos suelen ser varios diseminados en zonas expuestas de la piel, ya que un mosquito no se introduce entre la ropa para picar y entre picotazo y picotazo se desplaza volando.

Existen repelentes de mosquitos, que no son totalmente efectivos.

En los países donde estos son más frecuentes y transmiten enfermedades más graves el único método que funciona son las mosquiteras sobre las camas.

Sin llegar a eso podemos reducir el número de picaduras procurando no encender las luces de los dormitorios desde que atardece y si es posible dejar las ventanas igualmente cerradas desde el atardecer.

Las pulgas pueden picar en cualquier época del año.

Si está en el colchón, que es lo más frecuente, suele hacerlo cada noche.

Y precisa para saciarse varias picaduras.

Se puede desplazar entre las ropas y entre picotazo y picotazo da pequeños saltos.

Así, si tiene una pulga en la cama, cada mañana aparecerá un pequeño grupo de picaduras cercanas entre sí.

La forma de eliminar la pulga es lavar la ropa de cama con agua caliente y forrar de plástico el colchón, de forma que si está en la ropa la matamos y si está en el colchón se muere de hambre en un par de semanas.

Alergias alimentarias:

En el momento del nacimiento el aparato digestivo de los recién nacidos está preparado para alimentarse por medio de un único alimento: la leche materna.

Durante los dos primeros años de vida este aparato digestivo se irá desarrollando para adquirir la capacidad de digerir todos los elementos que constituyen una dieta variada en el ser humano.

Cuando introducimos un alimento nuevo, si nuestro intestino no es capaz aún de digerirlo, produce una irritación que puede manifestarse en forma de diarrea, vómitos, dolores abdominales o estancamiento en la ganancia de peso.

Cuando un alimento no es aún tolerado, hablamos de Intolerancia alimentaria.

Es algo transitorio, sólo es preciso esperar el tiempo necesario para que el intestino madure, adquiriendo la capacidad de digerirlo, más tarde o más temprano.

Pero en algunos casos, el organismo acaba reaccionando contra él como algo que le agrede.

Se desarrolla entonces una alergia alimentaria.

El cuerpo tiene anticuerpos contra él y guarda memoria de que ese alimento en concreto es agresivo, reaccionando contra él si vuelve a tomarlo , en algunos casos durante el resto de su vida.

Se ha demostrado que la aparición de estas alergias es más fácil si se tienen contactos esporádicos con pequeñas cantidades del alimento que desencadena la alergia.

Por eso la regla fundamental para evitar las alergias alimentarias es evitar “las mijitas de…

Asma:

El asma es una enfermedad que consiste en dificultad para respirar y tos persistente por irritación de los conductos por los que pasa el aire en los pulmones (Bronquios).

Es de tipo crónico.

Es decir, que cuando tiene una crisis, podemos tratarla y mejora, pero casi con total seguridad repetirá más tarde o más temprano.

La bronquitis (o asma) de tipo alérgico (también la hay sin alergia) suele desencadenar sus crisis por la presencia en el aire de (alergenos) pólenes, pelo y restos de piel de animales, ácaros (bichitos microscópicos que viven en el polvo) y algunos tipos de hongos (presentes sobre todo en ambientes húmedos).

Para entender las crisis y su tratamiento, ver capítulo sobre la bronquitis, en el apartado de causas frecuentes de consulta.

Aparte del tratamiento de las crisis, está indicada la vacunación para reducir la sensibilidad en aquellos casos en los que los síntomas se asocian claramente con la presencia de un alergeno de los descritos y esta sensibilidad ha sido comprobada mediante pruebas de sensibilización.

Rinoconjuntivitis alérgica.

Es la típica congestión primaveral.

Cuando llega la primavera y empiezan a abrirse las flores, el niño tiene los ojos y la nariz congestionados durante semanas o meses.

También pueden aparecer fuera de la primavera y no durar tanto si el desencadenante no es el polen de una planta, sino el contacto con animales, los ácaros o algunos hongos.

En estos casos los síntomas pueden aparecer en cualquier momento del año, cuando el niño es expuesto al desencadenante.

Y si esa exposición en puntual los síntomas van cediendo en pocos días.

En principio los síntomas son idénticos a un buen catarro, pero se pueden diferenciar por una serie de características bastante claras:

  • La conjuntivitis aparece a la vez en los dos ojos. En una infección bacteriana suele aparecer primero en uno y después se pasa al otro.
  • Tanto en catarro como la rinoconjuntivitis alérgica suelen ceder con el mismo tratamiento, pero en cuanto suspendemos el tratamiento en la alergia reaparece de forma casi inmediata.
  • Si hay fiebre es en principio una infección, ya que las alergias no producen fiebre.
  • La rinoconjuntivitis alérgica tiene un horario definido, mientras que las infecciones, desde que empiezan van empeorando durante 2-3 días y a partir de ahí mejora progresivamente hasta curarse.

En la alergia a pólenes el horario consiste en que empeora un poco por la mañana, mejora a lo largo del día y empeora mucho más al atardecer.

El motivo es que cuando sale el sol, las flores empiezan a soltar polen, aumentando la concentración en el aire durante las primeras horas del día.

Pero en cuanto el sol va calentando el suelo, el aire va subiendo arrastrando el polen hacia las capas altas de la atmósfera con lo que se reduce la concentración.

Finalmente, cuando empieza a atardecer y descienden las temperaturas, todo el polen acumulado en las capas más altas de aire cae de golpe haciendo que la concentración de polen a nivel del suelo se incremente mucho más.

En las alergias a animales, ácaros y hongos los síntomas son más intensos en las 2 horas siguientes al contacto con el animal en cuestión o el ambiente húmedo o con polvo abundante.

Es más fácil controlar la rinoconjuntivitis alérgica cuando aún no ha empezado o es poco intensa, por lo que cuando uno tiene alergia a un polen en concreto, debería empezar el tratamiento un poco antes de que empiece la floración de esa planta o como muy tarde en cuanto empiecen a notarse los primeros síntomas, y no debe abandonarse el tratamiento, aunque se mejore, hasta que ceda la presencia de ese polen en el aire.

Tu pediatra debe indicarte en función del polen concreto y de la zona donde vives cuando deberías empezar y acabar el tratamiento.

Alergias a antibióticos y exantema súbito.

Las alergias frente a medicamentos son también relativamente frecuentes.

Pero a veces se tiene tendencia a atribuir a un medicamento efectos que no son realmente suyos.

Es muy frecuente por ejemplo que mucha gente diga ser alérgico a la Amoxicilina con ácido clavulánico porque le produce diarrea cuando lo usa.

Sin embargo este antibiótico produce diarrea en mucha gente porque altera la flora intestinal, no por alergia.

Lo que quiere decir que si en alguna infección fuese el más indicado, podría tomarlo sin problema si lo acompaña de otra medicación que proteja su flora intestinal.

Otro caso muy frecuente de “alergia a antibióticos” falso es una infección viral llamada exantema súbito.

Está producida por un virus que casi todos pasamos antes de los 3 años, y que se caracteriza por producir fiebre muy alta (39-40º) de 2-5 días de duración y muy resistente a las medicinas para bajarla, por lo que es frecuente que aunque no está indicado acaben dándole antibióticos.

El problema, y lo que define a esta infección, es que por fin, cuando baja la fiebre, lo hace de forma radical, pasando en un día de tener 39 ó 40º de forma casi constante a no tener más que pequeños picos de 37,5º como mucho, pero acompañando a la bajada de fiebre aparece una erupción con cientos de pequeños granitos en el tronco que después se van extendiendo hacia brazos, piernas y cabeza.

La gran mayoría de los padres le echan la culpa al antibiótico y algún pediatra también.

Pero es fácil diferenciar una cosa de la otra:

  • En el exantema súbito la historia es clara con su fiebre alta de 2-5 días que cede bruscamente y entonces aparecen los granos.

En la alergia los granos pueden coincidir con la caída de la fiebre, pero pueden aparecer cuando aun hay fiebre o varios días después de la bajada.

  • En el exantema súbito los granos no suelen picar. En la alergia suelen picar bastante.
  • En el exantema súbito tienen una distribución predecible (aparecen en tronco y se extienden hacia manos, pies y cabeza, y cuando casi han llegado a manos y pies empiezan a borrarse en el mismo orden que aparecieron), en la alergia no siguen ningún orden, pueden aparecer en cualquier punto del cuerpo de forma simultánea, e incluso pueden aparecer en una zona, desaparecer por completo y aparecer más tarde en otra zona distinta.
  • En la alergia los granos se suelen notar al tacto, en el exantema súbito son planos (si uno toca la piel con los ojos cerrados no nota nada).

Hay otras muchas infecciones en las que puede aparecer erupciones asociadas a la fiebre, por lo que la única forma adecuada de diagnosticar una alergia a antibiótico o cualquier otro medicamento es hacer las pruebas específicas.

Ante la duda y hasta que se hagan las pruebas, como por suerte hoy en día hay una gran variedad de medicamentos opcionales para casi todas las patologías, lo prudente es retirar el medicamento sospechoso hasta que confirmemos o descartemos la alergia.