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Niños de bajo peso

Hay bebés que tienen según las tablas de crecimiento y bajo peso. Pero ¿Cuáles son las causas más frecuentes?¿Qué tipos hay?¿Cual es su importancia real?

Cuando vamos siguiendo el crecimiento de un bebé o un niño, nos guiamos fundamentalmente por la evolución de su peso y talla.

Al comparar esas cifras con las tablas de crecimiento, hay tantos niños por encima de la media, como por debajo de ella. Ambos grupos son normales. Pero es difícil evitar que los padres se preocupen si su hijo pertenece al grupo de los que están por debajo de la media.

Para afinar un poco más, usamos percentiles. Un percentil 3 de peso, por ejemplo, significa que el 3% de los niños normales tienen un peso menor que ese. Y por tanto el 97% de niños normales tiene un peso mayor.

Por eso lo importante cuando un niño tiene un peso bajo, es diferenciar si es normal o consecuencia de un problema. Pero sin olvidar que en bastantes casos puede ser normal.

¿Cómo diferenciamos al niño de bajo peso enfermo del normal?

Hay varias pistas que nos permiten hacernos una idea bastante real de si un niño con bajo peso lo es por tener un problema, o es simplemente así.

El niño de bajo peso enfermo suele caracterizarse por:

– Es un niño poco activo.

– Es un niño con aspecto de enfermo.

– Es un niño en el que el peso se ha estancado o bajado en un momento determinado. Cuando antes su evolución era normal.

El niño de bajo peso normal suele:

– Ser un niño sano.

– Ser activo. En muchos casos más que la mayoría. Incluso con un desarrollo más rápido de lo normal.

– Tener un peso que siempre ha ido en un percentil bajo.

¿Cuáles son las principales causas de bajo peso en niños enfermos?

En niños y bebés que tienen un peso bajo y es por una enfermedad, las causas más frecuentes son:

– Intolerancias y alergias a alguno de los alimentos que toma. De ellos, los más frecuentes son el gluten, las proteínas de leche de vaca y la lactosa.

– Enfermedades crónicas, como problemas respiratorios, de corazón o metabólicos.

– Defectos de hormonas: Especialmente hormona de crecimiento y del tiroides.

– Anemia por falta de hierro.

– Reflujo gastro-esofágico.

– Infecciones de orina.

– ….

La lista puede ser bastante más larga, pero en lo anterior entra casi el 99% de niños que tienen bajo peso no siendo sanos.

Ante un niño con bajo peso, especialmente si cumple los criterios de enfermo que pusimos antes, hay que descartar todos estos problemas.

El niño o bebé sano de peso bajo

Pero hay casos en los que una vez investigado todo lo anterior no hay nada.

El niño tiene un peso bajo y cumple los criterios vistos arriba para un niño normal con bajo peso:

– Está sano.

– Es activo y su desarrollo es normal, exceptuando el peso.

– Su peso siempre ha ido en un percentil bajo.

En estos niños, el mayor problema es precisamente que se tiende a hacer más de lo indicado.

Voy a poner un ejemplo para que se entienda: Es muy frecuente que se recomiende a los padres de estos niños: jarabes para las ganas de comer, suplementos de vitaminas o batidos hiper-calóricos. Todo lo que se ocurra para intentar aumentar el peso de estos niños.

Pero es un grave error. Imaginemos que mañana se publicasen unas estadísticas que dijesen que el peso normal para un adulto son los 200 kg. Y que hiciésemos cuanto estuviese en nuestra mano para que toda la población adulta alcanzase ese peso.

El resultado sería que forzaríamos el metabolismo, haciendo que apareciesen problemas de colesterol, diabetes, corazón… en personas que antes estaban sanas.

Dar cosas que buscan subir artificialmente el peso de estos niños (que son normales teniendo un peso bajo), equivale a lo mismo. Es forzar su metabolismo. Y antes o después pasará factura a su salud. Y todo ¿para qué? para ajustarlos a una normalidad mal entendida.

Repito: El percentil 3 marca el peso por debajo del cual están el 3 por ciento de los niños normales y sanos de esa edad.

Si no detectamos un problema y el niño es sano sin considerar su peso, el tratamiento más adecuado es no hacer nada.

En aquellos enfermos cuyo problema se detecte, el tratamiento no es tampoco un jarabe para las ganas de comer, ni vitaminas… sino tratar la causa de su problema.

Si quieres calcular y comparar los percentiles de peso y talla de tu bebé y que te los explique puedes usar la Calculadora de Percentiles.

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Niños que vomitan con facilidad

Hay niños que vomitan con facilidad ante cualquier contradicción. Os explico lo que aconsejo a los padres de estos niños.

Esto se llama «Mericismo». Algunos niños lo hacen incluso porque les gusta vomitar. Sea porque les gusta, porque ante el llanto, la tos o la simple presencia de algo inusual en la garganta se les desencadena el vómito con facilidad, o porque han descubierto que hacerlo es una herramienta para conseguir cualquier cosa, es un problema y tiene solución.

Es un problema especialmente frecuente entre los 6 meses y los 3 años. A partir de esa edad suele mejorar. Pero hay cosas que podemos hacer para resolverlo antes.

Diferencia con el Reflujo Gastroesofágico (RGE).

El niño con mericismo no muestra signos de dolor cuando vomita. Alguno como decimos incluso disfruta de hacerlo.

En el Reflujo, incluso cuando en muchos casos no llega a expulsar la comida, el dolor acompaña a la subida de la comida por el esófago.

Si quieres saber más sobre este tema, tengo otro artículo: Reflujo en bebés

¿Porqué es un problema que los niños vomiten con frecuencia?

  • No es habitual que uno de estos niños se deshidrate con los vómitos. No estamos hablando de un niño que vomita 10 veces en un día por una infección, sino de niños que pueden vomitar una o dos veces al día como mucho, pero que lo hacen con frecuencia y sin que haya una causa orgánica, como una infección o tomar un alimento que no toleran. Lo que sí puede pasar es que estos vómitos repetidos impidan que el niño gane más peso.
  • Vomitar de forma repetida puede dañar los dientes. El ácido del estómago puede dañar el esmalte si los vómitos son habituales.
  • Suponen un serio problema de «infraestructura» para la familia. Lavadora, lavadora, lavadora.
  • Cuando se desencadenan ante cualquier enfado del niño, puede acabar condicionando seriamente su educación.
  • Si esto se mantiene en el tiempo, puede acabar favoreciendo la aparición de RGE o de hernias de hiato.

Y esta es la solución que yo recomiendo a los padres en mi consulta

Tiene 3 aspectos:

  1. Dar de comer más veces al día y en cantidades menores: Especialmente los líquidos y sobre todo antes de las situaciones que con frecuencia lo desencadenan (por ejemplo antes de llevarlo por la mañana al colegio). Al tener el estómago menos lleno es más difícil provocar el vómito.
  2. Cambios de conducta: En los niños que sabemos que desencadenan el vómito en rabietas, os recomiendo leer el artículo sobre este tema. Una situación muy frecuente que provoca el vómito es forzar al niño con la comida. Si es tu caso, piensa lo siguiente: «Mejor 5 cucharadas dentro que 6 fuera.» A parte de que pelear con un niño para que coma es algo negativo en sí mismo, porque lo único que conseguirás es que a la larga aumente su rechazo frente a la comida.
  3. Tratamiento con medicación: Os lo pongo lo último, porque tenemos demasiada tendencia a medicalizar los problemas de los niños. Y usar medicamentos puede ayudar en muchas situaciones, como esta. Pero no me gusta resolver problemas de conducta (y este lo es en muchos casos) con «jarabes mágicos». Como padres, entender lo anterior es fundamental para que poco a poco seáis capaces de resolver los problemas de vuestro hijo de forma autónoma.

Entendido lo anterior, en este caso y junto don los dos puntos anteriores, recomiendo a los padres usar un medicamento llamado Motilium (domperidona) en jarabe. Este medicamento actúa sobre el cierre de abajo del estómago abriéndolo y favoreciendo el movimiento del intestino, lo que dificulta los vómitos. Es decir, junto con las otras dos estrategias, reduce la tendencia del niño a vomitar.

La forma de utilizarlo es dándolo antes del desayuno, la comida y la cena durante un par de semanas. Si funciona pero al dejar de darlo, vuelve el problema, puede darse otras dos semanas. Y repetir la pauta hasta que el niño deja de vomitar definitivamente. No os preocupéis si son varios meses: Este es un fármaco que se usa en el tratamiento del Reflujo gastroesofágico en niños de pocos meses de vida y a veces durante cerca de un año o más.

Podéis calcular la dosis de Motilium a dar a vuestro hijo en función del peso con esta calculadora:

Peso en Kg




ml antes de desayuno, comida y cena.

 

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Dosis de Amoxicilina en niños

Calculadora orientativa para  la dosis de Amoxicilina según el peso de tu hijo.

Lo primero que hay que aclarar es que la Amoxicilina es un antibiótico, y nunca debe usarse sin indicación médica.

Las dosis que te indique tu médico pueden ser diferentes de las que da esta calculadora en función de la infección a tratar.

La Amoxicilina es el antibiótico más utilizado para tratar infecciones bacterianas en niños.

Uno de los problemas que tienen algunos padres es calcular la dosis de este medicamento. Os adjunto una calculadora simple para que sepáis la dosis de Amoxicilina que corresponde a vuestro hijo según su peso.

Esta calculadora sólo sirve para preparados de Amoxicilina 250mg/5ml.

Calculadora de Dosis de Amoxicilina 250mg/5ml cada 8 horas.

Peso en Kg

ml cada 8 horas.

Calculada a 50 mg / Kg y día

(Suele usarse entre 40 y 80 mg / kg /día)

En caso de dar Amoxicilina 125mg/5ml la cantidad es el doble.

La Amoxicilina es un antibiótico que puede usarse prácticamente desde el nacimiento, pero siempre por indicación del médico.

No debe darse a niños alérgicos a él o a Penicilinas en general (aunque conviene saber cuales son las penicilinas a las que es alérgico y cuales no, puede haber reacciones cruzadas).

Hay mucha gente que tiende a usar los antibióticos simplemente porque el niño tiene fiebre alta. Esto es un error.

Motivos para no usar un antibiótico sin indicación médica:

– Cuando un pediatra valora a un niño con fiebre busca el foco de la infección y se guía por una serie de indicios que nos dicen si el causante es un virus o una bacteria.

El 80% de las infecciones son causadas por virus. Los antibióticos no tienen ningún efecto sobre los virus.

Los antibióticos son efectivos sólo contra las bacterias. Que la fiebre sea alta o dure varios días no es un indicio de que la infección sea bacteriana. Si un par de días después de que tu pediatra viese a tu hijo sigue la fiebre, debes volver a que lo valore de nuevo. A veces las infecciones bacterianas se hacen evidentes uno o dos días después de que empiecen.

Tomar un antibiótico en una infección viral no es inocuo, ya que el antibiótico mata a las bacterias malas cuando las hay, pero también mata a las buenas con las que convivimos y forman parte de nuestra flora normal. Si usamos antibióticos con frecuencia la población de gérmenes buenos que forma nuestra flora se debilita y es más más fácil que nos ataquen los gérmenes malos. Esto no significa que no lo usemos cuando está indicado. Pero sí que no debemos abusar de ellos innecesariamente.

Siempre que se toma un antibiótico es recomendable restablecer la población de nuestra flora con Probióticos.

Vuelvo a recordar que la Amoxicilina es un antibiótico, y nunca debe usarse sin indicación médica.

Las dosis que te indique tu médico pueden ser diferentes de las que da esta calculadora en función de la infección a tratar.

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Genitales femeninos de las recién nacidas en Mamá contra corriente

La anterior colaboración con Mamá contra corriente, trataba sobre los genitales masculinos en el bebé. Hoy toca lo propio en relación a las niñas.

Sinequia de labios menores:

Cuando se habla de genitales y bebés, la mayoría de la gente piensa en la fimosis. Pero hay algo equivalente en niñas y que en muchos casos se pasa por alto: la sinequia de labios menores.

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Cuidados del pene del bebé, en Mamá contra corriente

Fimosis, secreciones e higiene.

Los cuidados del pene en los bebé son un tema que plantea muchas dudas.
La principal preocupación es la fimosis. Pero es evitable teniendo unos conceptos claros y sabiendo qué hacer en cada momento.

¿Qué es la fimosis?

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El niño que come mal

Si tu hijo come mal, tiene solución. Si de verdad quieres arreglarlo ¡cambia ya!

 

“Mi niño no me come nada”.

Es el problema (no enfermedad) más frecuente por el que consultan los padres y cuidadores de menores de 4 años.

Pone a prueba la paciencia de cualquiera, porque además es evidente, lo que hace que todo el que hay a su alrededor quiera «solucionarle» el problema a los padres.

La exposición del problema cuando me lo dicen en la consulta suele terminar con una de estas dos coletillas:

  1. ¿No le podría mandar unas vitaminas?
  2. Le he dado «tales vitaminas» y mientras se las ha tomado ha comido (en el mejor de los casos), pero ya he dejado de dársela y está de nuevo igual.

¿Que se hace entonces con un niño que come mal?

Desde luego no mandarle «vitaminas».

Las «vitaminas» que hay en el mercado son de dos tipos:

  1. Complejos vitamínicos: Se dieron con más frecuencia en épocas anteriores en las que aún se veían en nuestro país los efectos del hambre. En realidad están indicadas en situaciones en las que pese a comer de forma adecuada hay una enfermedad que impide que se absorba una vitamina en concreto o todas en general (por ejemplo personas a las que se ha extirpado una parte del intestino por un cáncer). Estas vitaminas no dan hambre. La única razón por la que las mandan algunos médicos es intentando suplir parte de las faltas que hay en la dieta del niño. Son un parche, porque el niño no va a tomarlas toda la vida, y porque hay otros muchos componentes de una dieta sana que toma mal y son tan necesarios o más que las vitaminas.
  2. Antianoréxicos: Son fármacos cuya función es abrir el apetito, lo que hacen actuando a nivel cerebral sobre algunas sustancias que regulan el funcionamiento de las neuronas (serotonina). Sus efectos secundarios no están claros y en cualquier caso no se pueden dar de forma indefinida.

Aunque un día se descubriera un fármaco que de forma infalible diera ganas de comer y se pudiese tomar durante toda la infancia tampoco estaría indicado. Porque no soluciona el problema de base. Sería como tener un tumor cerebral y conformarnos con tomar simplemente algo que nos quite el dolor pensando que si no duele ya no hay tumor.

Bueno, pues después de descubrir que todo lo que hemos hecho hasta ahora no sirve, ¿qué pasa? ¿Es que el problema no tiene solución?

Pues si. La tiene, pero es más complicada que dar un jarabe.

Tiene la ventaja, eso si, de que es más fácil de aplicar cuanto más desesperados estén los padres y cuantos más «remedios milagrosos» hayan probado ya.

Hay que tener claras varias cuestiones antes de empezar:

Edad: Hay varias épocas claves en las que suele aparecer el problema:

  • Antes de la introducción de la alimentación complementaria, cuando aún toma sólo leche.
  • A partir de la introducción de la alimentación complementaria.
  • A partir de la pubertad.

El primer grupo es el menos frecuente, son lactantes que no toman bien la leche, que es su único alimento.

Hay que distinguir un punto clave: ¿Ganan peso o no?

Los que ganan peso es que comen lo que necesitan (aunque no sea todo lo querrían sus padres).

En ese caso el problema no es del niño, sino de los padres que deben entender que piensen lo que piensen, independientemente de lo que diga la experta cuñada, abuela o vecina o hayan leído, el niño come lo que necesita y no tiene porqué comer más.

Otro motivo de tener un peso normal y la sensación de que no come bien es el cólico del lactante: Son muy ansiosos comiendo pero al poco de empezar a comer lo dejan enfadados y en menos de una hora están de nuevo llorando y se vuelven a poner a comer con mucha ansiedad para volver a dejarlo enfadados enseguida.

Su problema es que al comer con tanta ansiedad, enseguida se empachan entre leche y gases.

Le duele la barriga porque el estómago está para reventar, pero como gran parte de lo que ha tragado es aire, sigue con hambre, y al intentar tragar y ver que no puede porque le duele, se cabrea.

Y al no poder acabar de comer a gusto al poco rato vuelve a tener hambre y se pone cada vez con más desesperación a comer porque no consigue saciarse.

Los que no comen bien y no ganan peso son los que deben ser estudiados para descartar, entre otras cosas, infecciones de orina, intolerancia alimentaria o problemas del metabolismo.

El último grupo de edad (en la pubertad) es el que realmente puede corresponder a anorexia nerviosa, siendo su tratamiento fundamentalmente psicológico.

Dejo para el último el grupo de en medio, porque es el más frecuente y con diferencia el que creo que se enfoca peor, tanto por los padres como por muchos médicos.

Todo lo que voy a explicar a partir de ahora es aplicable a este grupo:

Los niños que empezaron a comer mal a partir de la introducción de la alimentación complementaria (sobre todo a partir del segundo año, cuando ya estaréis desesperados y el niño debería comer de todo).

Dos ideas:

1º Todos los seres vivos de este planeta han desarrollado a lo largo de su evolución un instinto que garantiza su supervivencia: el hambre.

Tu hijo no es una excepción.

Es un problema cada vez más frecuente, como lo es también la obesidad infantil (son dos caras del mismo problema).

Y dado que no es causado por una epidemia de «virus quitahambre-engordaniños», la causa debe estar en una serie de cambios sociales cada vez más evidentes:

  • La excesiva oferta de alimentación en nuestra sociedad.

Sobretodo a costa de alimentos elaborados de fácil ingesta y sabor agradable en los que prima la capacidad de venderlos (y para ello los gustos de los niños) sobre la calidad nutritiva: Refrescos, zumos, batidos, derivados lácteos, bollería industrial, frutos secos y demás chucherías…

La edad a la que los niños empiezan a tomar todas estas basuras es cada vez menor (empezando generalmente por los «gusanitos», los zumos y el trozo de pan, o el chupe mojado con azúcar o incluso con miel).

  • La falta de ideas claras de los padres (y de muchos médicos) sobre educación infantil y sobre los mecanismos que regulan el hambre.

Lo que regula el hambre es fundamentalmente el nivel de azúcar en sangre:

Cuando baja sentimos hambre, cuando sube el hambre cede.

La principal razón por la que muchos niños no comen bien es que tienen este mecanismo totalmente alterado, porque lo hemos alterado.

  • Antes la crianza de los niños era cuestión de mujeres y se las educaba para ello. Con la revolución feminista se ha pasado a considerar esta educación como sexista por lo que es cada vez más rara, no educándose ahora para el cuidado de los hijos ni a las mujeres ni a los hombres.

Por que si algo somos a la hora de adoptar soluciones es cómodos.

Lo mismo pasa con la cocina.

Resultado, como ya no saben cocinar ni hombres ni mujeres y además no tienen tiempo, pues comida rápida y que les guste a los niños para que tardemos lo menos posible en que se lo tomen, que hay que ir a trabajar.

  • Los niños pasan a lo largo del día por cada vez más manos.

Antes eran responsabilidad exclusiva de los padres (generalmente de las madres), hoy pasan por unos padres estresados (indistintamente padre o madre en función del horario laboral), por unos cuidadores en la guardería y por familiares, generalmente abuelos a los que la naturaleza, que dicen que es sabia, retiró hace tiempo la capacidad de tener hijos porque a estas alturas no están en condiciones de aguantarlos.

El resultado es que el niño pasa tiempo durante el día con varias personas, cada una con su criterio de como hacer las cosas, unos más estrictos y otros más complacientes.

Cuando sucede esto el niño acaba adaptándose a la situación y «sacando provecho» de ella.

Los niños saben quien les da chucherías y quien no, quien le tolera los caprichos y quien no, y si se les da la oportunidad se organizan para salirse con la suya, aunque no les convenga.

Un niño sabe lo que le gusta y lo que no.

Pero no sabe lo que le conviene, por lo que si dejamos que seleccione su dieta, él suele acabar perjudicado.

¿Cómo empieza el problema?

Hay cuatro hábitos muy comunes que favorecen que el niño empiece a comer mal:

  • Desde el momento que empezamos a darles cosas diferentes a la leche, parece que se hubiera dado permiso a toda la familia para que el niño se convierta en el campo de pruebas «¿A ver que cara?».

Es decir, ya no come porque sea su hora. Si a alguien se le ocurre darle cualquier cosa (pan, gusanitos, un poco de…), no puede escapar bajo el irrefutable argumento de:

«¿A ver que cara pone al tomar un poco de…? Si no le va a pasar nada.»

Acabamos de dar al niño el título de mono de feria oficial de la familia.

  • Nos ve comer, él ya ha comido hace un rato. No le toca comer:

«Pero es que nos mira. Se le va saltar la «yez».

  • El niño está aburrido o triste y usamos la comida para entretenerlo en lugar de darle afecto o atención.
  • Damos bebidas azucaradas para quitar la sed o para que se entretenga.

Si hacéis estas cosas, probad un experimento:

Cada vez que al niño se le ofrezca comida a lo largo del día, apuntadlo. Se incluyen en el concepto de comida cualquier bebida distinta del agua.

En los prudentes suelen ser entre 10 y 15 veces al día.

Algo está claro: Nadie puede comer bien 15 veces cada día.

Antes de empezar estos hábitos vuestro hijo comía cuatro o cinco veces al día.

Ante el exceso de oferta no le queda más que una opción: Seleccionar.

Y su elección es muy previsible:

Entre su comida (potito insulso) y la vuestra (sabores llamativos, salados, dulces…), entre alimentos o bebidas ricos en azúcares y otros ricos en fibra, escogerá el dulce:

Pica de la vuestra y pasa de la suya.

Se bebe el zumo o se come el pan y pasa de la verdura o la fruta.

Es que hasta que probó la nuestra no sabía que le estábamos tomando el pelo.

A partir de ahora, mami, la suya te la comes tú.

La solución en el pre-escolar que empieza a comer mal

Por tanto, si vuestro hijo es un pre-escolar que come mal, poco, no quiere comidas de verdad, cada comida es una pelea y la lista de alimentos que no ha tomado nunca y de los que no quiere cada vez crece más.

Seguro, estáis desesperados: «Lo habéis probado todo».

Por tanto, no perdéis nada probando algo tan descabellado como lo que os voy a proponer:

Lo primero que debéis hacer es hablar con cada uno de los cuidadores actuales del niño (abuelos, tíos, hermanos mayores…) y dejarles claro que vosotros sois lo padres, que la responsabilidad es vuestra y que estaréis encantados si siguen colaborando en la crianza del niño, pero que si lo que van a hacer es llevar la contraria en cuanto os deis la vuelta, entonces que se estén quietos y se abstengan de quedarse con los niños.

No intentéis poner en práctica este método si no conseguís esto,

porque será un desastre.

Pensad por un momento.

¿Cuál es ese alimento que tiene mantenido al niño?

Lo único que come y que le mantiene vivo.

Eso que pide al rato de haberlo rechazado todo.

Una pista, suele ser un producto azucarado (biberón, yogur y sus derivados, batidos, zumos, galletas, trozo de pan… o directamente chucherías).

Esto es lo que llamo El Comodín.

No vuelvas a comprarlo hasta que el niño coma de todo.

Si lo compras y lo tienes en la casa sentirás la tentación de dárselo:

“Para que no se acueste con el estómago vacío”.

Si lo haces, todo el mal rato de verlo sin comer en todo el día no servirá para nada.

Dado que todo niño tiene el instinto de supervivencia del que forma parte el hambre (y que tu hijo tiene como el resto de seres vivos de este planeta, no te engañes), nos vamos a aprovechar de él para educar al niño.

Las normas a seguir son las siguientes:

  1. No se come viendo la tele.
  2. Si el niño tiene edad de coger los cubiertos (y la tiene en las edades de las que hablamos), no dar de comer.
  3. Evitar cualquier comentario relativo a la comida y sobre todo aunque te queme la sangre, no le regañes por comer lento o no comer.
  4. Ofrecer un plato de comida idéntico al de los demás, ni comida especial, ni triturado, ni pasado por el pasapurés. Si acaso troceado.
  5. Cuando los demás miembros de la familia halláis acabado de comer, se retiran todos los platos, incluido el del niño, aunque no lo halla tocado, y sin un sólo comentario.
  6. No le deis absolutamente nada de alimento hasta la siguiente comida. Si pide algo decid simplemente que no va a haber nada hasta la próxima comida. Entre comida y comida sólo hay agua.
  7. No discutáis sobre el tema delante del niño.

Sé que es duro, por eso voy a explicar el porqué de cada una de esas normas:

Para empezar, la tele los emboba. Lo que hace casi imposible que coman ellos solos. Si le pones la tele puedes estar 3 horas con el plato delante del niño sin que se entere siquiera de que existe.

Debe comer cogiendo él mismo los cubiertos para conseguir uno de los principales objetivos de este método: eliminar toda relación de la comida con la afectividad. Hay muchos niños que estando muertos de hambre no comen. Pero es porque consiguen algo a cambio. Ese algo es la atención de los padres, aunque sea para gritarles. Una vez que el niño comprende que no va a conseguir esa atención no comiendo deja de tener sentido pasar hambre para nada. Esto es especialmente frecuente en niños que empiezan a comer mal desde que ha llegado un nuevo hermanito. Hay que evitar por eso mismo regañarle, ni avisarle continuamente de que coma, ni comentarios del tipo de «qué malo es para comer»…

Fuera de las comidas intentad dedicarle tanto tiempo a vuestro hijo como podáis.

Hay casos en que el niño actúa así porque se le ha repetido tanto que come mal, en momentos de desesperación de los padres, que ya da por hecho que él es así y que ese es el papel que le toca representar cada vez que le ponen la comida delante.

La comida que debemos ofrecerle debe ser la misma que la nuestra, porque con dos años o más su dieta debe ser completa y debe masticar.

Si no mastica no se estimula el crecimiento de la mandíbula y cuando salgan los dientes definitivos no caben con lo que deforma la boca.

No debe tampoco caerse en el error de poner comidas especiales que sabemos que toma mejor, porque en lugar de tomar una dieta completa irá restringiendo cada vez más sus preferencias, simplemente como excusa para no comer ese día porque eso ya no le gusta y obligar así a la madre a prepararle otra cosa.

Cuando todos halláis acabado de comer, se supone que ha tenido un tiempo razonable para acabar. Por lo que se retira la comida de la mesa.

Sin comentarios de ningún tipo referentes a lo mucho o poco que haya comido. Al hacer esto le dais a entender que dais por hecho que comerá si tiene hambre, pero que no es algo que os preocupe y por tanto no es un arma de chantaje válida.

La siguiente es la parte más complicada y la más importante:

No deis nada que le entre por la boca hasta la siguiente comida.

Sólo agua, y no más de medio litro al día.

Sobre todo os costará mucho trabajo si os pide, pero especialmente en ese caso no hay que darle. Si lo haces, el mensaje que le estás transmitiendo es «haz lo que te de la gana a la hora de comer, que después, en cuanto me pidas te voy a dar lo que quieras».

En cuanto a no discutir delante del niño, debería ser una norma, no discutir delante de él ni sobre este tema ni sobre ningún otro. Es muy perjudicial para el desarrollo afectivo del niño y transmite la idea de que no estáis de acuerdo y si insiste vais a ceder.

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Se le escapa la orina

Se le escapa la orina

Se le escapa la orina ¿Porqué algunos niños que ya controlaban la orina tienen escapes durante el día y la noche? La vejiga hiperactiva y cómo tratarla.

Hay niños que tras controlar la orina de forma normal, empiezan a:

  • Tener urgencia por ir al baño.
  • Van con poca frecuencia. (No es por infección, en la que tienden a ir con frecuencia). Con bastante frecuencia porque no se sienten cómodos yendo al baño más que en casa o acompañados por un familiar en el que tienen confianza.
  • De vez en cuando tienen pequeños escapes, tanto de día como de noche. Pero más habituales de día.

Es frecuente, que pasada la fase de controlar la orina en el preescolar, los niños empiecen a aguantar cada vez más tiempo sin ir al baño a orinar. Pero algunos, aguantan tanto, que la vejiga se llena mucho. Cuando las paredes de la vejiga están a demasiada tensión, las fibras musculares que la forman, empiezan a irritarse. Y responden contrayéndose. El resultado son como pequeños apretones muy seguidos, que dan la sensación de que hay que ir urgentemente a orinar, porque se escapa. Estos escapes se pueden producir con más asiduidad de día, pero también de noche.

Se diferencia de la enuresis nocturna primaria con facilidad porque en ésta:

  • La orina se escapa sólo de noche. En la vejiga hiperactiva se escapa más de día.
  • Durante el día no hay urgencia para ir al baño. En la vejiga hiperactiva lo que la define es esa urgencia por ir al baño.

El tratamiento en la vejiga hiperactiva, tiene varias posibilidades:

  • Medicación (consulta a tu pediatra)
  • Reeducación de la vejiga. Lo que os recomiendo para empezar.

Esto último consiste en lo siguiente:

Hay que recordar al niño, que vaya con mucha frecuencia al baño. Incluso si tiene edad suficiente dadle un reloj o un móvil con una alarma configurada para sonar durante el día cada 2 horas, que le recuerde que debe ir al baño.

Al vaciar la vejiga con más frecuencia, la pared está más relajada, y los músculos menos irritables.

Tras una fase de reeducación y una vez que pasen un par de semanas sin producirse escapes, podrá aumentarse el tiempo entre las micciones pero recordando al niño que no pase demasiado tiempo sin orinar y acostumbrándolo a que no se aguante. Reconociendo el niño cualquier insinuación de escape o molestia en la parte baja de la barriga, como un recordatorio de que debe ir al baño cuanto antes.

En segundo lugar es importante en estos niños corregir el estreñimiento, si es que existe. Lo que es bastante habitual. Ya que la retención de heces potencia la vejiga hiperactiva.

También hay niños que pueden llegar a orinarse durante el día cuando ya lo controlaban perfectamente por otros motivos. Entre los más habituales están:

  • Infección de orina.
  • Vulvovaginitis en niñas (en estos casos, a veces la causa si son muy repetitivas es que tenga lombrices).
  • Problemas psicológicos. Una llamada de atención o una manifestación de que algo no va bien en su vida (un nuevo hermano, problemas entre sus padres, nuevo colegio, problemas con algún compañero de clase…)

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Cuidados del pene de un bebé

¿Es necesario dar tirones a los bebés para que baje la piel del pene? Fimosis y adherencias balano prepuciales.

Una de las dudas que tienen muchos padres en el primer año de vida de su hijo es qué tienen que hacer o no hacer con el pene del bebé.

El principal miedo que tienen es que por no actuar de forma adecuada el niño acabe teniendo fimosis.

No son pocos los padres, e incluso los pediatras que insisten en retirar el prepucio (piel que se desliza sobre la punta del pene) incluso por la fuerza si no baja con facilidad: ESTO NO ES NECESARIO y puede ser contraproducente.

La mayoría de los niños cuando nacen, tiene el prepucio tan pegado al pene que no permiten que se retire nada.

En algunos casos, sin embargo, ya desde el primer día permite retirarlo por completo.

Pero poco a poco, en la mayoría que no bajaba, se va separando. No hay un ritmo fijo para esto. En las revisiones se va viendo. Pero antes del año, no hay ninguna prisa.

A veces vemos que se va separando pero sin llegar a hacerlo por completo. En ese caso que queda libre el glande (parte más roja del pene que queda cubierta por la piel) pero sólo hasta un punto en que la piel parece pegada a la mucosa: Son las adherencias balanoprepuciales.

Cuando ya está totalmente libre, la piel baja con facilidad para dejar totalmente al descubierto el glande hasta el surco que lo separa del resto del pene.

La fimosis es cuando no permite que bajemos nada el prepucio.

Hoy en día hay cremas con las que podemos ablandar suficientemente el prepucio para que permita bajarlo.

Las adherencias balanoprepuciales son cuando deja parte del pene al descubierto pero no baja más por estar pegado.

En la mayoría de estos casos ya no es necesario ni usar la crema.

Una vez que ya no hay fimosis y baja la piel, aunque no lo haga por completo, va a ocurrir un fenómeno natural que hace que acabe abriendo sólo.

En el surco que separa el glande del resto del pene hay glándulas que producen secreción. Esa secreción, al no tener salida va a acumularse dando lugar a «bolsas» por debajo de la piel del pene. Esa bolsa puede llegar a tener a veces un centímetro o más. Lo que notamos es como si tubiese un quiste de grasa por debajo del prepucio.

A veces esa secreción se infecta, produciendo dolor e inflamación (balanitis). En esos casos se trata con cremas de antibióticos y suele mejorar en 2-3 días sin mayor problema.

Cuando notamos la «bolsa» pero no duele ni está inflamado, no es necesario hacer nada. Poco a poco la propia presión de la secreción irá abriendo camino hasta separar las adherencias saliendo. A partir de ese momento se queda como un ojal que separa prepucio de glande por la zona donde abrió. El resto de zonas hará lo mismo poco a poco hasta que acaba abriéndose por completo.

Como decía al principio no es necesario ni deseable tirar del prepucio «a la fuerza», ya que el proceso natural o con ayuda de cremas puede obtener el mismo resultado sin dolor.