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¿Es lo mismo para un niño tomar fruta que zumo?

Muchos padres ofrecen zumo de frutas a sus hijos pensando que es sano. No es una buena solución. El pediatra explica porqué.

 

A muchos niños no les gusta la fruta. Ya desde el principio, cuando se la damos por primera vez a un bebé, suele poner caras raras.

No es extraño. Su sabor es ácido. Y la mayoría de los niños prefieren el dulce.

Esto no es siempre así. A muchos niños les encanta la fruta.

Pero en los casos en que no la aceptan hay un problema.

Los padres tienen claro que la fruta es rica en vitaminas, y se preocupan si su hijo no la toma.

En ese momento, aparece el zumo. Lleva vitaminas y la mayoría de los niños que no quiere comerla, acepta bien el zumo de fruta.

Ahí tenemos varias opciones:

Zumo natural hecho en casa.

Zumo envasado.

– Mezcla de zumo con otras cosas.

Respecto a los zumos envasados y mezclas de zumo con otras cosas: En muchos casos llevan añadido azúcar. No es por maldad.

El sabor dulce gusta, y además compensa el ácido. Y si al consumidor le gusta más, lo compra frente al de la competencia.

Como ya tiene cierta mala fama el tema del azúcar, hay muchos que basan parte de su publicidad en «sin azúcar añadida».

Pero ahí, también hay trucos: Puedo no añadir azúcar como tal, pero añadir extracto de zumo de uva o piña. Se buscan extractos especialmente ricos en azúcar «natural», para añadirlos a otros zumos.

El resultado vuelve a ser un zumo «enriquecido en azúcar«.

Pero, ¿y si le hago yo el zumo a mi niño en casa?

El zumo natural no es malo en sí. Pero es una versión muy pobre de la fruta.

Para hacernos una idea, la diferencia entre el zumo y la fruta es la misma entre una ensalada de remolacha y un terrón de azúcar.

El problema de verdad es que le quitamos la fibra. Y es la fibra la que hace que la fruta y la verdura sean formas sanas de tomar hidratos de carbono. Es decir azúcares.

Las vitaminas son importantes. Pero lo es aún más la forma en la que se absorve el azúcar. Porque en la actualidad, las carencias de vitaminas son algo mucho menos frecuente y grave en nuestra sociedad, que la obesidad infantil.

Podemos entender con facilidad la diferencia:

Cuando tomamos fruta completa, la fibra enlentece la absorción de azúcar, con lo que los niveles de azúcar en sangre se mantiene en cifras suficientes para eliminar el hambre, sin llegar al nivel en el que el azúcar sobrante se almacena en forma de grasa.

azúcar con fibra
Absorción de azúcar con fibra: Sano

Pero cuando tomamos zumo, hemos eliminado la fibra. Eso hace que el azúcar se absorba rápidamente. Sube hasta niveles en los que sobra azúcar, que se almacena en forma de grasa. Y baja en seguida, con lo que se vuelve a tener hambre.

Absorción de azúcar sin fibra.
Absorción de azúcar sin fibra: No es sano.

Hay bebidas azucaradas peores para la salud que los zumos, y evidentemente si estos son naturales, es mejor que los envasados.

Pero la realidad es que la forma sana de tomar fruta, es con su fibra.

Y como bebida, la única realmente sana es el agua.

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Inducción del sueño en niños

Inducción del sueño en niños

Ritual para que un niño aprenda a dormirse solo. Consejos para acostarlos a dormir.

 

Todos nos dormimos realizando nuestro ritual de sueño.

 

Voy a daros un ejemplo de cómo hacer ese ritual en niños cuando lo que queremos es que aprendan a dormir solos.

 

Todo lo expuesto aquí esta pensado para empezar a hacerlo desde el primer día. Pero la mayoría de los padres no se plantean en serio el tema antes del mes o los dos meses.

 

Cuando más tiempo lleven haciéndose las cosas de un modo concreto, más difícil será cambiarlas después.


En algunos casos, como por ejemplo en niños con cólico del lactante, plantearse lo que sigue es poco realista antes de los 5-6 meses, ya que en estos niños una de las prioridades es que coman hasta que se sacien y se duermen al pecho mientras toman. En estos niños la educación del sueño es secundaria.


Cuando queremos empezar a habituar al niño a dormir solo, se facilita el cambio sacándolo del dormitorio de los padres a partir de los 5-6 meses.


Para aquellos padres que prefieren hacer colecho, sobra la explicación que sigue.


Y no hay una opción correcta y otra incorrecta. Depende de los padres y del niño.



 

En primer lugar el momento adecuado.


Os recomiendo en los niños menores de dos años (no hay una barrera antes de dos años – después de dos años, es orientativo) que se acuesten entre las 20:30 y las 21:30.

 

En este aspecto es especialmente importante la regularidad. Como ya dije, si un día nos saltamos su momento de dormirse, dad por hecho que no hay nada que hacer hasta unas 2 horas después.

 

Un ritual que suele dar buen resultado, es:

Baño, comida, mimitos y a la cuna.

 

Baño: Algunos niños se relajan con el baño (la mayoría). Otros se activan. Pero incluso en los que se activan momentáneamente, cuando los vestimos limpitos, les damos de comer y les tranquilizamos un poquito tienden a caer. Y el baño debe ser tranquilo, puede entretenerse un poco con un juguete, pero no es cuestión de liar “el asalto de los piratas” cuando queremos que se duerma al poco rato.

 

Comida: Conviene que coma tranquilo, sin forzarle, si sois de los que estáis “en guerra con en niño” por el tema de la comida, en la cena no es el momento de la batalla (de hecho soy de los que piensan que la mejor forma de ganar esa guerra es no plantar nunca batalla). Como si se acuesta sin comer prácticamente. En este momento es más importante la tranquilidad.

 

Mimitos: En esta fase se puede coger en brazos y hablarle con suavidad.

 

Aquí es donde está una de las claves. El error más frecuente para dormir a un niño está en que su necesidad de mimitos puede ir haciéndose progresivamente mayor, con lo que el rato de tranquilizarlo que inicialmente era de 5 minutos, más de una vez acaba alargándose una hora o más.

 

El objetivo es que ese rato sea cada vez más corto o que se mantenga, no más largo.

 

A la cuna: Aquí está la segunda clave. Hay que acostarlo en la cuna tranquilo, pero no dormido.

 

Si el niño se duerme fuera de la cuna, cuando se despierta en ella no es capaz de volver a dormirse.

 

No porque, como dicen algunos, se le quede grabada una imagen del sitio donde se durmió y si al despertarse ve algo diferente le dé un ataque de pánico.

 

Recuerdo una niña de cuatro años que cada vez que se despertaba de noche exigía que la bajaran al salón, para acostarse en el sofá viendo la televisión. Haciendo eso se dormía enseguida, pero era incapaz de hacerlo en su cuarto. No es que la niña quisiera hacer la puñeta a sus padres. Adivinad cómo la habían acostumbrado a dormirse cada noche…

 

Que un día se te duerma en brazos no quiere decir que debas despertarlo para echarlo a la cuna despierto.

 

Lo importante en educación es la norma, no la excepción.

 

Si un niño por norma se duerme en brazos, cuando se despierte necesitará repetir su ritual para dormirse, y éste incluye el estar en brazos, por lo que si se despierta pedirá tu colaboración para dormirse cada vez.

 

Si un niño por norma se duerme solo, cada vez que se despierta es capaz de dormirse solo de nuevo, con lo que te llamará cuando tenga hambre, esté incómodo o tenga necesidad de seguridad o cariño, pero si lo que quiere es simplemente dormirse de nuevo, lo hará él solito.

 

Éste es el objetivo de enseñarle a dormir solo, no pretendemos que renuncie al afecto de sus padres, ni que se quede a dieta de noche si tiene hambre, o se aguante con un pañal que le irrita. Sólo que si lo que tiene es sueño, sepa dormirse por sí mismo.

 

Truco: Para los niños muy pequeños (menos de 3 meses) a los que les gusta mucho estar en brazos, funciona a veces poner en la cuna una prenda de la madre impregnada con su olor. (Puedes por ejemplo dormir sobre la sábana de su cuna la noche anterior a cambiársela).

 

Esto se basa en que uno de los sentidos más desarrollados de los niños de menos de 3 meses es el olfato y tiene una íntima relación con la parte del cerebro que procesa las emociones.

 

A muchos niños eso les hace sentirse más seguros.

 

Estos dos últimos pasos del ritual (tranquilizarlo y a la cuna antes de que se duerma) son los que repetimos si el niño se despierta de nuevo durante la noche, pero teniendo claros los matices destacados:

El objetivo es reducir progresivamente el tiempo necesario para tranquilizarlo, y conviene acostarlo antes de que se duerma del todo.

 

 

 

A modo de resumen, los errores que conviene evitar si queremos que un niño aprenda a dormir solo:


Evitar cambios importantes en la hora de dormir. Si cada día lo acostamos a una hora según “nuestra muy nutrida agenda social”, el niño se encargará de completarla con “noches inolvidables”.


No hacer cosas que excitan al niño y le estimulan a seguir despierto: Como ver dibujos animados mientras cena o cualquier actividad que va a querer prolongar. Si hacemos esto es fácil que se rebele cuando le digamos que ya toca dormir.


Por mucho que pueda gustarnos hacerle mimitos, incluso si nos gusta más que a él, no debe ir progresivamente alargándose, o llegará el momento en que lo haga más de lo razonable. Pensad que eso mismo pedirá cuando quiera dormirse tras un despertar de los que tendrá varios a lo largo de la noche.


No interrumpir el proceso por continuos ajustes de condiciones supuestamente necesarios y secundarios. Como: “hay una rendijita de luz, bajad la voz, ir a por tal o cual objeto imprescindible…” Una de las principales características de los adultos con insomnio, es la necesidad excesiva de ajustes secundarios y la interrupción continua del ritual para dormirse por motivos innecesarios, que se aprende desde pequeños.


No dormirlo en brazos normalmente: Si se duerme en brazos, cada vez que se despierte y quiera dormirse, pedirá de nuevo brazos.


No echarlo ya dormido en la cuna: Si se duerme fuera de la cuna cuando se despierta querrá que lo saquéis de ella, para dormirse en el sitio en que suele hacerlo.