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Bebé de 7 meses

El bebé de 7 meses y las novedades más llamativas de esa edad.

Hemos pasado los 6 meses más complicados. Esos en los que todos los padres son novatos absolutos. Si lo piensas ya conoces bastante bien a tu bebé. Lleváis medio año juntos de forma intensiva. Cuando llora ya sabes casi siempre qué es lo que necesita. Y si lo piensas, respecto a lo que sentías las primeras semanas tras el nacimiento, lo cambia todo.

Ya el problema no es el miedo a qué le pasará, sino si crees que lo mejor para él es responder a sus necesidades de un modo un otro.

Desarrollo

La mayoría de los niños con 6 meses ya se mantiene sentado aunque en algunos casos no es capaz de pasar de tumbado a sentado por sí mismo. Si ni siquiera se mantiene cuando tú lo pones, tampoco te agobies, queda margen dentro de lo normal para que lo haga.

Pero si tu hijo no es capaz de mantener la cabeza erguida sí puede haber un problema. Suele decirse que lo hacen con 3 meses. Puede tardar más y ser normal. Pero si con 7 meses no lo hace conviene que se lo comentes a su pediatra.

Algunos niños, más que faltos de fuerza, lo que tienen es un exceso de fuerza en uno de los lados del cuello que no le permite poner la cabeza recta: Es lo que se llama tortícolis congénita y debe tratarse con fisioterapia. Si hasta ahora no le habíais dado importancia toca dársela, porque las que se resuelven solas, ya no están a los 7 meses.

Peso y talla

Ya estamos en el tercer trimestre. Suele decirse que entre los 6 y 9 meses suelen ganar de 50 á 100 gramos por semana. Pero como hablamos de bebés en los que esa ganancia representa ya muy poco sobre su peso total, el resultado es que la ganancia ya no suele ser contínua, sino que da «saltos». Es frecuente que no gane peso durante unas semanas, o incluso si se pone malito pierda, y de repente en una semana gane más de esos 100 gramos que decimos. Las curvas de crecimiento son curvas porque al principio tienen una subida muy rápida que se enlentece conforme avanza.

Cuando se frena mucho más a partir de esta edad, la causa más frecuente, suele ser una anemia por falta de hierro. Que es bastante fácil de solucionar.

Siempre hay que valorar la evolución de peso y talla teniendo claro si el bebé está sano, es activo y tiene un desarrollo por lo demás normal o no.

Si quieres calcular y comparar los percentiles de peso y talla de tu bebé y que te los explique puedes usar la Calculadora de Percentiles.

Sueño

Ya he comentado en artículos de meses anteriores que de los 4 a los 7 meses suele cambiar el patrón de sueño de los bebés.

Cuando este cambio ocurre, lo que los padres notan es que el niño empieza a despertarse con más frecuencia sin motivo aparente y que fenómenos como las pesadillas o los terrores nocturnos pueden aparecer.
Suele hacer que muchos padres se planteen cómo debería dormir su hijo:

Muchos padres que hasta ese momento han combinado colecho y pecho a demanda empiezan a no dormir y aparecen las dudas. Algunos empiezan a plantearse si para su familia la mejor opción es el colecho o que su hijo aprenda a dormir sólo. En esto mi labor es informar de cuales son las opciones que conozco y la mejor forma de aplicarlas. Pero al final cada familia es un mundo. Sois vosotros como padres los que debéis escoger, pero mi recomendación es clara: elegid la que os permita dormir mejor a todos.

Dentición

Ya desde los dos meses los bebés suelen babear más y con 3-4 meses, muchos son los que están con las manos en la boca constantemente. No faltará quien diga desde los dos meses lo de «eso van a ser los dientes«. Aunque hay quien puede nacer con algún diente y quien no tiene el primero hasta pasado el año, es a partir de los 4-6 meses cuando realmente suelen empezar a salir. Pero la realidad es que no podemos decirlo hasta que vemos el diente fuera. Los primeros en salir suelen ser los dos centrales de abajo. Después suelen salir los 4 centrales de arriba. Es raro que tengan más de esto por ahora.

Como no tienen muelas no pueden masticar. Pero si pueden tomar alimentos no triturados blandos. De hecho hay muchos niños que pasan de los purés y se alimentan con esta edad con leche y sólidos blandos. Es lo que algunos llaman Baby Led Weaning.

Alimentación

Posiblemente ya hayáis empezado con la alimentación complementaria. Puede variar levemente según el niño tome lactancia materna o artificial.

El principal problema en estos casos es que con casi total seguridad rechaza alguno de los alimentos que habéis intentado introducir. Aprovecho para recordar que la alimentación complementaria se llama «complementaria» porque complementa a la leche. La leche sigue siendo la base fundamental de su alimentación hasta el año. Algunos niños siguen perfectamente hasta el año tomando leche y poco más.

Es cuando la alimentación complementaria no funciona donde se originan problemas con la comida que pueden perpetuarse durante varios años: Para evitar que aparezcan lee este artículo:

El origen de los problemas con la comida en niños

Para muchas madres ya se habrá terminado la baja maternal aunque la hayan conseguido prorrogar algo.

Empezaréis a plantearos: «Guardería sí, Guardería no»

Como ya escribí en el artículo de los 4 meses, la baja maternal en nuestro país es insuficiente para permitir una crianza adecuada, para conciliar familia y trabajo…

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Cómo Introducir la Comida Sin Triturar

Cómo introducir la Comida sin Triturar en la alimentación del bebé.

Cómo introducir la Comida Sin Triturar en la Alimentación de un Bebé es una duda de los padres y madres. Te doy mi opinión sobre cómo hacerlo y porqué.

Al principio los bebés toman sólo leche. Ésta va a ser su única alimentación durante los primeros meses de vida. Pero todo evoluciona y somos omnívoros, no lactantes perpetuos.

Se habla mucho sobre el orden en el que deben introducirse los alimentos y a partir de qué edad. La mayoría de los pediatras suele recomendar que se inicie el proceso entre los 4 y 6 meses. Yo, cuando un bebé evoluciona normalmente y no tenemos circunstancias especiales suelo recomendar que se empiece a partir de los 6 meses.

Desde ese momento hay quien establece una pauta estándar de introducción en la que se ordenan los alimentos de una forma concreta y hay quien defiende que quitando ciertos alimentos que tienen una limitación justificada para no ser introducidos antes de cierta edad, el orden se deje a la iniciativa del bebé (Baby Led Weaning).

Pero a parte del orden de introducción hay un aspecto del que se habla menos: La textura.

Comida triturada o Sin Triturar

Es evidente que aspiramos a que todo niño, más tarde o más temprano, acabe comiendo como nosotros. Lo que significa que acabe aceptando la variedad de texturas que hay en la alimentación completa. Desde el líquido al sólido pasando por alimentos cremosos y grumosos o a mezclas de ellos.

De hecho, en algunos niños de 3-6 años esto puede ser un problema. Porque algunos de ellos sólo aceptan comer triturados, rechazando la mayoría de los alimentos que se le ofrecen con otras texturas.

Ante eso algunos defienden que esto ocurre por hacer un paso intermedio (el de los purés) del que podríamos prescindir. Y que cuando se mantiene demasiado tiempo y en exclusiva acaba generando este problema.

Como en todo, a veces se adoptan posturas extremas:

  • Hay quien defiende que no podemos dar alimentos sólidos a un niño hasta que tenga muelas con las que masticarlo y que incluso cuando esto ocurra la masticación será poco efectiva mientras no tenga la arcada dentaria completa. Con lo que hablarían de no introducir alimentos sin triturar hasta el segundo año de vida.
  • Y en el otro extremo están quienes dicen que los purés son una aberración, que por culpa de los purés la relación de muchos niños con la comida está distorsionada y que hay que evitarlos totalmente.

Yo, tras haber conocido ambas posturas en épocas distintas de mi ejercicio como profesional, pero ante todo tras observar lo que realmente hacen los padres en el día a día y ver las consecuencias opino que hay que ser flexible e individualizar.

Que un niño llegue a los 5-6 años sin tomar sólidos es algo poco frecuente. Habitualmente todos toman algunos sólidos que les gustan. No conozco muchos niños de esa edad que rechacen las chucherías sólidas o las galletas, las patatas fritas….

Pero cuando hablamos de comer, no de picotear, sí que hay muchos niños de esa edad que no toman jamás la fruta o la verdura si no es triturada (a veces tampoco otros alimentos).

Y esto es un problema por varios motivos:

  • Como defienden los enemigos de los purés, esto distorsiona la relación del niño con la comida. Ya que si con esta edad rechazan sistemáticamente la fruta y la verdura en sus estados naturales es muy probable que tengan tendencia a evitarlos el resto de su vida. Y si esto ocurre estamos favoreciendo una alimentación pobre que lleva por orden a: Estreñimiento, sobrepeso, colesterol alto, azúcar alta, cáncer de colon
  • No masticar o hacerlo mucho menos de lo normal hace que la mandíbula no crezca lo suficiente y cuando salen los dientes definitivos tengan poco espacio, montándose y haciendo necesaria una ortodoncia.
  • Los movimientos de la lengua durante la masticación le dan una movilidad necesaria para articular bien el lenguaje. Tomar sólo purés favorece el desarrollo de problemas de pronunciación.
  • El rechazo a la alimentación sin triturar por encima de cierta edad supone una sobrecarga de trabajo para muchas familias que sería evitable. Ya que lo normal sería que por encima de los dos años cualquier niño comiese lo mismo que sus padres, sin necesitar que se le prepare una comida especial.

La opción mixta: Sin Triturar y Triturado

Pensemos en los niños. La mayoría entre los 6 y los 24 meses de vida son curiosos y se lo llevan todo a la boca. Incluidas cosas mucho peores que la comida…

Cuando nosotros establecemos un orden rígido de introducción de los alimentos y las texturas estamos creando un problema innecesario a los padres.

Está claro que pueden ignorarnos, y de hecho la mayoría lo hacen. Y sin no lo hacen ellos lo hacen los familiares…

Pero al establecer unas normas rígidas de introducción de la alimentación estamos generando a muchos padres que se sienten inseguros y se fían plenamente de nuestro criterio una ansiedad por cumplirlas que no tiene sentido.

En cuanto a la variedad de los alimentos, si un bebé ve comer a sus padres por ejemplo fresas y le llaman la atención, hará por probarlas. Ante ello, si los padres tienen una lista exhaustiva en la que indicamos que las fresas no corresponde introducirlas hasta dentro de un mes, posiblemente no se lo permitan. Un mes más tarde los padres prueban a darle fresas a su hijo (ya toca según la lista) y ese día al niño pueden no apetecerle. ¿Cuál es el resultado? Que hemos perdido una oportunidad para introducir ese alimento de forma natural, siguiendo el instinto del niño y ahora nos vemos ante el desafío de hacerlo contra ese instinto…

Aplicado a un alimento tras otro es sumar puntos para que la relación del niño con la comida sea un desastre, cuando pudo ser todo lo contrario. La comida pudo ser algo placentero que fue descubriendo guiado por su curiosidad.

Pasa algo similar en cuanto a las texturas, que es el tema de este artículo. El problema es que nos da miedo que se atragante. Y es una posibilidad real. Pero no hay una fecha a partir de la cual esa posibilidad desaparece. Lo que me parece razonable es que gestionemos ese riesgo.

Ocurre como con aprender a nadar. Si yo evito totalmente que un niño se meta en agua que le cubra hasta los 15 años está claro que es muy difícil que se ahogue. Pero es que es algo que no puedo controlar al 100%. Por lo que si pensamos de verdad en la seguridad, lo recomendable es que aprenda a nadar cuanto antes. Y que desde que tienen la autonomía suficiente para llegar al agua sea capaz de no ahogarse en ella.

Lo mismo pasa con el atragantamiento. Yo puedo pretender que no tome nada sólido hasta que tenga una edad en la que se supone que el riesgo de atragantarse sea mínimo. Pero la realidad es que tocan en todas partes y se meten de todo en la boca desde una edad muy temprana. Que un niño tome alimentos sólidos hace que desarrolle la habilidad para manejarlos en su boca sin atragantarse. Y cuanto antes ocurre esto menor es el riesgo de atragantamiento.

Como en el caso de la variedad de alimentos, hay quien define una edad antes de la cual deben evitarse los alimentos sin triturar. Antes de alcanzar esa edad la mayoría de los niños los probaría por curiosidad. Pero si se concreta esa fecha y se defiende, serán muchos los padres que eviten a sus hijos probarlos antes.

¿Qué pasará cuando llegue la edad en la que «debe tomar sólidos»? Pues es muy posible que ante el escaso desarrollo de la musculatura de su boca para tratar esos sólidos el niño se canse con dos trocitos y rechace tomar más. O directamente rechace unas texturas para él desconocidas y que en ese momento no le apetece tomar, acabando por darle el puré que ha aprendido a usar como alimentación única.

Por suerte esto no es la norma porque la mayoría de los pediatras no son tan inflexibles y ante todo porque la gran mayoría de las familias ignoran una indicación así aunque se le haga.

Mi recomendación, y es lo que hacen la mayoría de las familias, es introducir simultáneamente la comida Triturada y Sin Triturar.

Está claro que esto tiene limitaciones. Pero son individuales. Hay niños que se manejan mejor y otros peor. Vemos niños que se atragantan hasta con el puré. Y otros que sin dientes se las apañan hasta con alimentos complicados antes de tener un solo diente en su boca.

Hay alimentos que es imposible deshacer sin masticar. Un filete de ternera al punto es complicado que por mucho que el niño lo maree y machaque con sus encías o la lengua pueda ser reducido a algo manejable si no tiene muelas con las que masticar de forma efectiva. Pero incluso esos en trozos grandes (para que no quepan en su boca) pueden chuparlos para familiarizarse con sabores nuevos.

Hay montones de alimentos que podemos deshacer con facilidad y que cualquier bebé mínimamente hábil puede desmontar con sus encías y su lengua para tragar sin problema: Verduras cocidas, frutas blandas, carnes o pescados cocidos, legumbres cocidas, pasta, arroz cocido, cuscús, tortilla, quesos blandos…

Para hacer una introducción de los alimentos guiados por la curiosidad del niño tanto en variedad como en textura, mi recomendación es sentar al niño con nosotros a comer y que ofrezcamos cualquier alimento que despierte su curiosidad, mientras no tengamos una justificación clara para no darlo.

En cuanto a variedad esas limitaciones os las explico en el artículo sobre introducción de la alimentación complementaria.

Respecto a la textura mis recomendaciones son:

  • Seguridad: No dejes a tu hijo sólo si tiene a su alcance alimentos sólidos. Un bebé que está tomando alimentos sólidos debe estar siempre acompañado por un adulto.
  • Si te pide un alimento y no tiene dientes: ¿Puede deshacerse ese alimento con dos dedos? Si es que sí, puede deshacerlo con sus encías y su lengua. Puede probarlo. Valora cómo se defiende con él y según eso si está preparado para tomar otros similares. Pero prueba.
  • Si te pide un alimento y tiene ya muelas: Puede probar a tomar los mismos alimentos que tú en cuanto a textura.

¿Cómo le doy los alimentos sin triturar?

Redecilla de plástico con alimentos dentro: Para mi gusto una guarrada. Puede ser útil para que se familiarice con sabores nuevos, pero distorsiona la textura y eso de comer chupando constantemente plástico… No me convence nada.

Alimento machacado. Es cuestión de probar. A algunos niños les gusta y a otros no.

Triturado con tropezones. La mayoría los rechazan. Cuando un niño ve triturado tiende a tragar sin más. Si ve sólido tiende a  manejarlo en su boca. Si ve triturado y va a tragar pero nota un trozo en su garganta, tiende a vomitarlo.

Trozos de comida sin triturar. Es lo que mejor suelen manejar la mayoría por raro que parezca. El niño puede cogerlos con más facilidad para llevarlos a su boca y eso favorece también que se alimente de forma activa. Dudas frecuentes de esta opción:

  • Tamaño de los trozos: ¿Es mejor que sean trozos grandes o pequeños? Pues en alimentos más duros mejor que sean tan grandes que no le quepan en la boca, de forma que el niño lo que hará es chuparlos o roerlos con sus dientes. Mientras que en alimentos blandos es indistinto, como los prefiera y se maneje mejor.
  • ¿Con cubiertos o con las manos? Si de verdad queremos hacer una introducción precoz lo normal es que sea con las manos. Estamos hablando de que sea el niño el que coma, no que le demos nosotros de comer. Tiempo habrá después para enseñarle a manejar los cubiertos como el mejor sibarita…

¿Y los purés?

Muchos niños quieren probar los alimentos sin triturar, pero comen mejor con alimentos triturados.

El objetivo no es que el niño coma más, sino que coma bien (variedad y con placer). Los purés pueden ser útiles para que el niño que se cansa pronto con alimento sin triturar complete su toma (la que él acepte sin forzar) y para que acepte el sabor de algunos alimentos cuya textura no le agrada especialmente al probarlos sin triturar.

Lo que la mayoría de los padres hacen y que me  parece lo más razonable es usar ambos. Porque el puré es también una textura a usar en la alimentación completa y que por tanto tampoco queremos que el niño rechace.

Lo esencial a modo de resumen creo que es que observéis a vuestro hijo y seáis favorables a que dé pasos hacia una alimentación completa en variedad y texturas siguiendo su ritmo mientras no tengáis un motivo claro para modificarlo. Hacerlo así convierte la introducción de la alimentación en algo natural y placentero para él y no en un foco de conflictos para todos.

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Atragantamiento en niños

Como pueden actuar los padres en caso de ahogo o atragantamiento en un niño.

¿Con qué edad y con qué objetos se suelen atragantar los niños? Lo primero prevenir.

Aunque en principio uno puede atragantarse en cualquier momento y con cualquier cosa, la realidad nos dice que lo más frecuente tiende a repetirse muchísimo.

Se distinguen dos grupos de edad más frecuentes en los atragantamientos: los lactantes y los preescolares.

  • En los lactantes el causante es siempre un objeto que cabe en su boca y que ha quedado a su alcance por descuido. Por tanto, no se debe dejar al alcance de un lactante ningún objeto que quepa en su boca. Otra causa frecuente es con una bocanada, especialmente en los niños con reflujo gastro-esofágico.
  • En los preescolares suele ser comida, frecuentemente por comer mientras juega.

Respecto a los objetos causantes, los más frecuentes son los frutos secos, un trozo de un globo o una pieza de un juguete. Vamos a hablar un poco de cada uno de ellos.

Los frutos secos son, con diferencia los causantes de atragantamiento más frecuentes en preescolares y en lactantes.

¿Cual es la diferencia entre los frutos secos y el resto de comida? Casi cualquier trozo de comida, cuando lo metes en un medio húmedo se hincha. El pan por ejemplo puede doblar su tamaño. Pero también se deshace en ese medio húmedo. Los frutos secos pueden multiplicar su tamaño por 5 si están en un medio húmedo como los bronquios de un niño y encima no se deshacen. Y eso quiere decir que un trozo de fruto seco de 1 ó 2 milímetros puede hincharse hasta un centímetro (suficiente para bloquear un pulmón).

El segundo objeto responsable de atragantamientos según las estadísticas son los fragmentos de globo. Esto se refiere a los globos de toda la vida, los redondos o alargados de goma. No a los que cada vez se ven más de plástico rígido con formas de caballito, personajes de dibujos animados… Los modernos cuando se pinchan se desinflan sin romperse ya que son más globos rellenos que hinchados. Los antiguos al pincharse revientan, ya que son globos hinchados a presión. Al reventar la mayoría se rompen en varios trocitos de goma. Es con esos trocitos con los que se atragantan por el siguiente mecanismo:

El niño está jugando con su globo. ¿Cómo juega un lactante con un globo? Le da palmadas (generalmente con ambas manos a la vez), lo chupa y lo muerde. En todos los casos el globo está justo delante de su cara. Si explota, ¿qué hace el niño? Pues lo que hacemos todos cuando se nos da un susto. Aspira con fuerza hacia dentro. Luego llorará, pero de entrada aspira con fuerza y retiene la respiración un momento. Si al reventar el globo un fragmento salió disparado cerca de su boca, al aspirar lo arrastra hacia el interior de la vía respiratoria de modo que después, cuando vaya a romper a llorar, no puede, se está ahogando. Esto que puede parecer complicado, es después de los frutos secos el principal causante de atragantamiento en lactantes. Por tanto o no hay globos o son de los modernos que no revientan.

El tercero en frecuencia son distintos fragmentos de juguetes que no cumplen la normativa europea o que se le ha comprado por debajo de la edad recomendada. Aunque parezca una tontería, los juguetes de una edad pueden ser peligrosos para otra. El ejemplo más claro para entenderlo son los juegos de construcción:

Las piezas de los juegos de construcción son más grandes cuanto menor es el niño al que va destinado. De modo que un lactante juega con dados cuadrados de 3 centímetros o más, un niño de entre 5 y 8 años lo hace con piezas de un centímetro o más, y un mayor de 8 años lo hace con piezas más pequeñas porque puede explicársele y que entienda que es peligroso que se las introduzca en la boca.

Incluso en estos casos la normativa obliga a que si son pequeñas tengan al menos un agujero en su centro, de modo que si se atragantan no taponen por completo el paso de aire. Muchas piezas de juguetes presentan algún orificio que parece no tener ninguna función. La función no es otra que evitar el taponamiento total de la vía aérea en caso de atragantamiento. Son este tipo de “tonterías” las responsables de que los juguetes fabricados en los países desarrollados sean más caros. Estas y otras, como que no estén pintados con productos tóxicos, que sean ignífugos…
Los juguetes fabricados sin estas normas se venden por su precio competitivo y no pueden permitirse el lujo de entretenerse en esas “minucias”. Lo cual, lo siento por las tiendas de todo a cien, pero esto va por ellas de lleno.

Hasta aquí la prevención. Ahora vamos a ver cómo actuar cuando un niño se atraganta.

Primera cuestión: ¿Sólido o líquido?

Si el atragantamiento es con líquido, lo que debemos hacer es poner al niño boca abajo. El mismo va a toser para expulsar lo que le atraganta. Pero si está boca arriba, la gravedad empuja de nuevo al líquido hacia la garganta. Mientras que si lo ponemos boca abajo la gravedad ayuda a expulsarlo. Parece una tontería, pero especialmente en los lactantes, vemos muchas veces niños que están tumbados en la cuna, atragantándose y que todo el mundo se agobia, pero nadie hace nada: Cógelo, ponlo boca abajo y dale palmaditas en la espalda.

Cuando se atragantan con sólidos lo primero, si se puede es intentar extraerlo. Y para eso es verlo: Mira la boca. Si ves el objeto que le atraganta y puedes sacarlo, hazlo.

Si no puedes sacarlo, pon boca abajo al niño y dale palmadas en la espalda. Tras las palmadas (suele decirse que se hagan en tandas de 5 palmadas), vuelve a mirar la boca por si ya puedes sacar el objeto.

Si tras las palmadas no sale el objeto presiona de golpe en la barriga. La idea es que eso empuje el aire de los pulmones hacia fuera intentando que expulse el objeto. Se suele hacer 5 compresiones seguidas del abdomen (esto no es hace en niños menores de 2 años, en estos de hace presión sobre el centro del pecho en lugar de hacerlo sobre el abdomen). Tras las cuales si el objeto no ha salido volvemos a mirar la boca por si vemos el objeto y podemos extraerlo. Hay veces que con las compresiones lo expulsa vomitando. En ese caso lo ponemos boca abajo y le damos palmadas en la espalda hasta que se le pasa la tos.

Se repiten las pautas de 5 palmadas, 5 compresiones en la barriga (en lactantes compresiones en el pecho, no en la barriga) mirando entre tanda y tanda la boca por si vemos que el objeto está en la boca y podemos sacarlo hasta que lo conseguimos.

En los niños más pequeños que podemos sostener sobre un brazo las palmadas y las compresiones las hacemos dando la vuelta al niño sobre nuestro brazo (y no se comprime la barriga).

En los niños más grandes las compresiones abdominales se hacen como muestra el dibujo siguiente.

Heimlich en niños

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Peketema 5 bis: El origen de los problemas con la comida en niños

La mayoría de los problemas con la comida en niños nacen de la desinformación de los padres. Las 3 claves para evitarlos.

Uno de los temas que con más frecuencia afectan a la relación entre los padres y los hijos es la alimentación. Que un niño, por lo demás sano sea llevado a la consulta de un pediatra, tiene en la mayoría de los casos un sólo motivo: No come bien y/o no gana peso.

El problema es que estando sano el niño, es con diferencia uno de los problemas que más pueden generar malestar en los padres y conductas que producen rechazo y malestar al niño. Esto es evitable si entendemos tres conceptos simples, pero que pocas veces creo que se explican y que muchos padres no ven así.

A mi parecer los tres conceptos clave para evitar problemas con la comida en niños son:

  1. Confiar en los mecanismos de autoregulación de los niños y respetarlos.
  2. Entender lo que es normal en cantidad de comida y evolución del peso.
  3. Evitar estrategias para aumentar la cantidad de comida y la ganancia de peso.

Ahora voy a explicarlos:

Confiar en los mecanismos de auto-regulación de los niños y respetarlos.

Los adultos no comemos siempre igual. Hay días y comidas en las que tenemos más hambre y otras en las que menos. Esto no nos asombra. Casi siempre podemos explicarlo si nos preguntan: Es que ayer cené demasiado, hace poco que he picado algo, no acabo de encontrarme bien, o simplemente, ahora no me apetece.

Eso no nos preocupa porque tenemos claro que acabaremos comiendo en cuanto tengamos hambre de nuevo. Nadie se empeña en contabilizar la cantidad y frecuencia de nuestras tomas. Incluso aceptamos que si mi cuerpo no me lo pide en este momento es que es mejor no empeñarme porque lo más normal es que me caiga mal.

Sin embargo, no confiamos en los mecanismos de auto-regulación de los niños. Pretendemos que coman cuando nosotros lo decidimos, y la cantidad que por alguna extraña razón hemos llegado a la conclusión de que es la adecuada para ellos. Y encima esa cantidad es siempre la misma. ¿No lo veis irracional?

Yo insisto mucho a los padres en que mientras el resultado sea bueno (y eso quiere decir que el niño esté sano) debemos respetar en cantidades y frecuencia los impulsos de comer del niño. Cuando no lo hacemos, generalmente intentando que coma más, acabamos insistiendo hasta el punto de hacer al niño desagradable la situación.

Entender lo que es normal en cantidad de comida y evolución del peso.

Para mi gusto, las indicaciones sobre cantidades de alimento que se dan a padres por parte del pediatra, las latas de leche, los potitos y algunos libros harían un gran favor a padres y niños si desapareciesen del planeta. Simplemente son inútiles y generan muchos problemas. Igual que en vuestra casa el padre y la madre no coméis lo mismo (y veis normal que sea así), los niños tienen cada uno un metabolismo muy diferente. Los hay que absorben mejor los nutrientes, los hay más activos, los hay más estreñidos, los hay más dormilones… Pretender dar una cantidad de alimento ideal en función de la edad del niño es absurdo. Pero muchos padres se empeñan en cumplir la norma que han encontrado creyendo que no hacerlo perjudica a su hijo.

La realidad es que, en cada comida, el cuerpo de su hijo pide según sus necesidades (adaptándose en los niños sanos de forma mucho más perfecta de lo que podríamos hacer nosotros con el programa informático más puntilloso).

Cuando la cifra mágica que pretendemos que coma está por debajo de lo que el cuerpo del niño pide, lo dejamos con hambre. Y eso hace que en la siguiente toma coma con más ansiedad, lo que favorece problemas de gases y mala digestión.

Si la cifra mágica está por encima de lo que el niño pide, empezamos las estrategias para que el niño coma más que trataré en el siguiente punto.

Algo parecido pasa con la evolución del peso y las tablas de «normalidad» : El percentil 3 de peso sólo significa que el 3% de los niños sanos de esa edad, tiene un peso por debajo de esa cifra. Pero en cuanto unos padres se enteran de que el peso de su hijo está por debajo de la media, empiezan a preocuparse por cómo hacer que suba. Evidentemente haciendo que coma más de lo que lo hace. Más de lo que su cuerpo le dice que necesita. Esta tontería, por definición afecta a nada menos que la mitad de la población infantil del planeta (la mitad que está por debajo de la media). O sea que es probable que casi la mitad de los padres y madres de este mundo que saben el percentil de peso de su hijo (mejor sería no saberlo y mirar si está sano y punto) desarrollen estrategias para que su hijo coma más de lo que su cuerpo le pide.

Evitar estrategias para aumentar la cantidad de comida y la ganancia de peso.

No respetar los mecanismos de auto-regulación del niño y la preocupación por creer que nuestro hijo no come suficiente o no gana bastante peso son el desencadenante de unas conductas en torno a la alimentación que generan muchos problemas. Voy a describir esas conductas y los problemas que aparecen con ellas:

  1. Pelear con el niño para que coma más. Raramente conseguimos que coma más de 2-3 cucharadas por encima de lo que le apetecía. Pero hacemos de la comida algo desagradable. ¿Crees que a la larga el niño comerá mejor o peor, si hacemos de cada comida una situación desagradable? Más valen 4 cucharadas con gusto que 6 peleando.
  2. Entretener al niño para darle de comer embobado. Poner la televisión, el móvil, el iPad o cualquier otra fuente de imágenes embobaniños, o liar el circo para que coma, no es más que una forma de hacer que el niño coma de forma pasiva. Más tarde o más temprano pretenderemos que el niño coma sólo, y entonces nos quejaremos de que tenemos que darle de comer (eso sí, seguiremos poniéndole los dibujos animados mientras come, amenazándolo cada 10 segundos con apagarlos si no come).
  3. Ofrecer sólo los alimentos que más le gustan. Cuando estamos muy preocupados por la cantidad que come nuestro hijo y vemos que hay alimentos que el niño no quiere tomar, o toma con dificultad y otros que come con más facilidad, tendemos a darle los que prefiere. El resultado es que el niño acaba teniendo una dieta pobre. Lo que es mucho más probable que le genere problemas de salud que comer algo menos.
  4. Ofrecer constantemente comida rápida (galletas, pan, gusanitos, chucherías) o bebidas azucaradas (zumos, batidos, yogur líquidos «para mejorar las defensas») para que al menos tenga algo en el cuerpo. Hacer esto es la forma más segura de que el niño, poco después, cuando le pongamos la comida no tenga las más mínimas ganas de comer.

Otros artículos en los que trato este tema son «El niño que come mal«,  «El niño delgado«, «Los niños que no comen«

 

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Empezar con buen pie: La alimentación complementaria

Nueva colaboración de Blanca Santos Ruiz en Mi Pediatra Online. Esta vez sobre el tema de la introducción de la alimentación complementaria. Uno de los cambios más importantes de los dos primeros años de la vida de un niño, desde su visión como madre y como pediatra.

El comienzo de la alimentación complementaria es uno de los momentos en que pueden empezar a aparecer conflictos en la alimentación. Es poco frecuente que un niño empiece a dar problemas con la comida cuando aún toma sólo leche, aunque los hay.

No voy a entrar en qué darle al niño ni en qué orden. Eso es algo que cada familia debe tratar con su pediatra. Lo que sí intento es dar MI OPINIÓN acerca de una forma natural y delicada de introducir al niño a la alimentación complementaria. Es la forma en que lo he hecho con mis hijos y os aseguro que los dos aceptaron la comida sólida de maravilla.

Lo primero que quiero es definir alimentación complementaria: es todo alimento que se da al bebé aparte de la leche, para COMPLEMENTAR su nutrición. Es decir, estos alimentos vienen a complementar la lactancia aportando los nutrientes que están poco presentes en la leche (fundamentalmente calorías y hierro, aunque también algunas vitaminas). Esto implica que el lactante debería seguir tomando leche y añadir sólo pequeñas cantidades de alimentos sólidos para aportarle un poco de hierro extra o esas calorías que le faltan. Muchas madres (y también muchos profesionales) ven el inicio de la alimentación complementaria como la ocasión para quitarle tomas de leche a los niños y aún mejor si son las tomas nocturnas. En principio esta no debería ser la meta aunque, como todo, llegará con el tiempo.

Vamos a imaginarnos a una madre frente a la primera comida sólida de su hijo. Vamos a olvidarnos por un momento de esa cucharadita de cereales que se pone en el biberón de la cena “para que nos aguante más por la noche” y vamos a imaginarnos la segunda comida que se introduce a los niños: la fruta. La madre ha ido al mercado y ha comprado su plátano, su manzana, su pera e incluso naranjas para hacerle a su peque su primera papilla. ¡Qué ilusión!. Le prepara un buen tazón y lo coloca en la trona con su babero y su cuchara. Es la hora de la merienda y el peque tiene hambre, ¡mucha hambre!. La madre llena la cuchara de papilla y se la mete en la boca su hijo, que la escupe inmediatamente haciendo guiños y aspavientos. La madre recoge lo que ha escupido y se lo vuelve a meter en la boca. El bebé vuelve la cara y saca la lengua. La madre lo llama y le enseña un muñequito. El bebé se vuelve a mirar el muñequito y la madre le mete otra cucharada, que el bebé escupe de nuevo. Esto se repite hasta que la madre comienza a frustrarse y:

            1.- la madre se da por vencida y le da un biberón.

            2.- la madre se da por vencida, pero no le da el biberón.

            3.- el bebé se pone a llorar como loco y la madre aprovecha que tiene la boca abierta para           meterle como puede el resto de la papilla.

De una forma u otra, o la madre termina por comerse ella la fruta o la tira a la basura. La cosa se complica aún más si lo que la madre intenta darle es un potito que se supone que el niño tiene que comerse entero porque “es lo que le corresponde por su edad”. En ese momento llama por teléfono la abuela. La madre le comenta que le ha dado al bebé su primera papilla sólida. Reproduzco la conversación.

–      ¿Cómo se la ha comido?- pregunta la abuela.

–      Pues lo ha escupido todo. Parece que no le gusta la fruta. – responde la madre.

–      A ningún niño le gusta la fruta. – concluye la abuela- tú insístele.

–      Le he tenido que dar el biberón. – comenta la madre preocupada.

–      No le des el biberón. Si le toca fruta no le vayas a dar el biberón, que lo malcrías. – advierte la abuela.

–      De acuerdo. – contesta la madre, sintiéndose aún peor.

¿Cuál es el final de la historia? Una batalla campal entre madre e hijo todos los días a la hora de la merienda que concluye con la rotunda afirmación: “no le gusta la fruta”. Eso en el mejor de los casos. Porque es más que probable que esa actitud se presente con el resto de la alimentación sólida, dando lugar al conocido síndrome de “mi niño no me come”.

¿Qué ha ido mal? ¿Por qué el bebé ha rechazado esa primera papilla que le hemos preparado con tanto cariño? Si lo pensamos bien, el bebé tenía todas las razones del mundo para rechazar la comida:

            1.- Era un sabor extraño.

            2.- Estaba fría.

            3.- Él tenía mucha hambre y su madre se ha empeñado en meterle una cuchara en la boca con algo no comestible (él no sabe que lo sólido es comida, porque hasta ahora lo único que le ha calmado el hambre es la leche).

            4.- Su madre se ha puesto de mal humor y aunque él lloraba pidiendo comida se ha empeñado en meterle lo otro en la boca.

¿Qué creéis que hará este bebé la próxima vez que vea a su madre con el cuenco y la cuchara a la hora de comer? Yo sé lo que YO haría.

Rebobinemos un poco. Imaginaos que la madre está comiendo un plátano. El bebé sentado en la trona acaba de merendar su biberón de leche y está de buen humor, sin mucha hambre ni mucho sueño. Observa la escena con interés e incluso hace ruiditos. La madre coge un trocito minúsculo de plátano y lo machaca bien con un tenedor. A continuación coge un poquito de la papilla con el dedo limpio y se la mete en la boca al bebé. El bebé chupa el dedo (es un acto reflejo) y hace guiños. La madre se ríe y observa a su hijo para comprobar que (como dice mi marido) no se ha puesto rojo como un tomate ni le han salido dos cabezas. En ese momento llama por teléfono la abuela. Reproduzco la conversación:

–      Ha probado el plátano – dice la madre.

–      ¿Ah, sí? ¿Y qué tal ha ido? – pregunta la abuela.

–      Ha puesto cara rara, pero bien. – contesta la madre.

–      ¿Y cuánto ha comido? – pregunta la abuela.

–      Un poquito. Sólo lo ha probado. – contesta la madre.

¿Cuál es el final de la historia? Un par de días después la madre repite la maniobra. Poco a poco, el bebé se va acostumbrando al sabor y ya no hace tantos guiños. Entonces la madre prueba con la cuchara y le da dos o tres cucharaditas. Tras un par de semanas prueba a ofrecerle primero la fruta y después la leche según la cantidad de fruta que tome, que varía entre 3 y 5 cucharaditas. Va introduciendo otras frutas de forma parecida y se las va alternando para que no se aburra.

Las 3 o 5 cucharaditas de fruta son más que suficientes para complementar las pocas necesidades del bebé que no quedan cubiertas con la lactancia. El bebé aprende que la alimentación sólida es una buena forma de nutrirse y come cosas que su madre también come (¿cuál es la prisa por darle a un bebé potito de cordero si en casa nunca comemos cordero?). Con el tiempo lo más probable es que el bebé termine por comer a la misma hora que sus padres y la misma comida que sus padre, adaptada a sus posibilidades. Este acto de humanizar al bebé y convertirlo en uno más de la familia, en vez de segregarlo a comer sólo una comida especialmente preparada para él es la base de una actitud sana hacia la alimentación y previene multitud de problemas futuros.

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Ser padres perfectos es imposible

ser padres

Ser padres perfectos es imposible. Nadie es perfecto. Como padre o madre, te equivocarás. Deja de pretender ser en la paternidad lo que nadie es en nada. Y disfruta de tu hijo.

 

Si lees guías de ayuda a ser padres y madres perfectos, es porque te preocupa la educación y la salud de tu hijo. O sea, que si lees esto, como cualquier madre o padre que se precie, intentas hacer las cosas lo mejor posible. No quieres hacer daño a tu hijo involuntariamente. Y si es posible, quiere hacerlo todo, lo mejor que puedas.

Además, siempre tienes gente cerca que te aconseja cómo hacer las cosas con tu hijo. Yo suelo decir que el deporte nacional no es el fútbol, no son los toros: Es calentarle la «cabeza» a los padres. No es, en la mayoría de los casos, fruto de la mala voluntad, sino de la buena intención. Los que rodean a los padres, habitualmente, cuando ven algún problema, tienden a dar consejos. Unos tienen más fundamento y otros menos. Unos tienen un punto de comprensión, y otros de crítica. Pero al final, es frecuente que las madres y los padres se sientan juzgados, inseguros y culpables. Porque piensan que nunca hacen las cosas todo lo bien que deberían en la crianza de sus hijos.

Me he decidido a escribir este artículo, porque veo en mi trabajo muchos padres y madres que están tan agobiados con hacer las cosas perfectas, que son incapaces de disfrutar de sus hijos. Están abrumados por un mar de dudas y detalles que les superan. Intentan hacerlo todo tan perfecto que es imposible. Y siempre hay algo que falla.

Algunos, además se culpabilizan en cuanto al niño le pasa algo: «Se le ha irritado el culete porque no le cambio el pañal con bastante frecuencia.» «No gana bastante peso porque no se alimentarlo.» «Es un consentido porque no sé educarlo.» «Se ha resfriado porque no lo abrigué bien.»…

Cuando no se le ocurre al padre o a la madre de forma espontánea, no falta el que lo sugiere desde fuera.

Y luego están los «expertos» que te dicen cómo debes actuar en cada momento: El pediatra, La super nanny, a veces un familiar… Muchos te dan órdenes directamente, como si tu hijo te lo hubiesen prestado, pero fuese suyo… Para algunos de ellos no hay más que una forma correcta de hacer las cosas: La suya. Y funciona igual de bien en cualquier niño. Si no funciona, es que tú lo haces mal.

Y luego encuentras toda clase de expertos famosos. Algunos ya casi «están en los altares». Te cuentan lo maravilloso que es hacer las cosas a su manera y quedáis totalmente convencidos. Luego llega la realidad, el día a día y resulta que no siempre es tan fácil, y que cuando buscas una solución a los problemas reales, obtienes respuestas vagas para volver a lo mismo: La forma correcta.

El mensaje que yo quisiera que saquéis de esta lectura es el siguiente:

En este mundo nada es «perfecto». Ni lo somos nosotros, ni lo serán nuestros hijos.

Intentad informaros, intentar hacerlo «bien». Pero que no os agobie tanto el tema como para que vuestra experiencia de paternidad esté dominada por la ansiedad o la culpa.

Si disfrutáis de la crianza y os agobiáis menos, seguramente vuestro hijo será más feliz. Y ese es sin duda el objetivo.

 

 

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Cuidados del pene del bebé, en Mamá contra corriente

Fimosis, secreciones e higiene.

Los cuidados del pene en los bebé son un tema que plantea muchas dudas.
La principal preocupación es la fimosis. Pero es evitable teniendo unos conceptos claros y sabiendo qué hacer en cada momento.

¿Qué es la fimosis?

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El niño que se despierta con frecuencia

Niños que se despiertan con mucha frecuencia, descubre las causas más frecuentes y cómo mejorar.

 

El capítulo dedicado a los Despertares, trataba sobre todo de las cosas que nosotros hacemos mal y pueden aumentar las veces que el niño se despierta durante la noche.

Hay otras causas frecuentes de despertares durante la noche en niños:

 

 
Siguiente Capítulo: El sonambulismo…

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El niño que duerme poco

duerme poco

Mi hijo duerme poco: Una idea común de algunos padres en muchos casos no justificada.

¿Y eso qué es? Es decir, duerme poco según qué, menos que el niño de la vecina, menos de lo que quisiéramos, menos de lo que dicen los libros…

Según algunos manuales, un recién nacido duerme en torno a 20 horas diarias. Y va reduciendo poco a poco el tiempo de sueño hasta que, en torno a los 2 años, duerme unas 13 horas, alrededor de los 5 años unas 11 horas y un adulto debería dormir entre 6 y 9 horas.

Pero como todavía no he visto ningún recién nacido que sepa ver la hora en un reloj, ni dos personas iguales (ni siquiera los gemelos), tomarse esas cifras a rajatabla es una de esas cosas que a veces nos empeñamos en hacer.

Lo que no impide que sea imposible hacerle entender al niño la necesidad de cumplir con una media porque lo dice un “experto”.

Dicho de otra manera, que si el niño está a gusto durmiendo el tiempo que duerme, es que buscamos un problema donde no lo hay, se ajuste o no a lo que “suelen” hacer los otros niños.

Y como a los niños pequeños nada les impide dormir cuando tienen sueño (no tiene turnos de trabajo de 8 horas en los que habitualmente hay que estar despierto), al final no duerme ni un minuto menos de lo que necesita.

Podemos modificar el ritmo en el que duerme, pero es poco menos que imposible conseguir que un niño duerma más horas de las que necesita.

Capítulo siguiente: Tiene el sueño cambiado…

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Cuidados del pene de un bebé

¿Es necesario dar tirones a los bebés para que baje la piel del pene? Fimosis y adherencias balano prepuciales.

Una de las dudas que tienen muchos padres en el primer año de vida de su hijo es qué tienen que hacer o no hacer con el pene del bebé.

El principal miedo que tienen es que por no actuar de forma adecuada el niño acabe teniendo fimosis.

No son pocos los padres, e incluso los pediatras que insisten en retirar el prepucio (piel que se desliza sobre la punta del pene) incluso por la fuerza si no baja con facilidad: ESTO NO ES NECESARIO y puede ser contraproducente.

La mayoría de los niños cuando nacen, tiene el prepucio tan pegado al pene que no permiten que se retire nada.

En algunos casos, sin embargo, ya desde el primer día permite retirarlo por completo.

Pero poco a poco, en la mayoría que no bajaba, se va separando. No hay un ritmo fijo para esto. En las revisiones se va viendo. Pero antes del año, no hay ninguna prisa.

A veces vemos que se va separando pero sin llegar a hacerlo por completo. En ese caso que queda libre el glande (parte más roja del pene que queda cubierta por la piel) pero sólo hasta un punto en que la piel parece pegada a la mucosa: Son las adherencias balanoprepuciales.

Cuando ya está totalmente libre, la piel baja con facilidad para dejar totalmente al descubierto el glande hasta el surco que lo separa del resto del pene.

La fimosis es cuando no permite que bajemos nada el prepucio.

Hoy en día hay cremas con las que podemos ablandar suficientemente el prepucio para que permita bajarlo.

Las adherencias balanoprepuciales son cuando deja parte del pene al descubierto pero no baja más por estar pegado.

En la mayoría de estos casos ya no es necesario ni usar la crema.

Una vez que ya no hay fimosis y baja la piel, aunque no lo haga por completo, va a ocurrir un fenómeno natural que hace que acabe abriendo sólo.

En el surco que separa el glande del resto del pene hay glándulas que producen secreción. Esa secreción, al no tener salida va a acumularse dando lugar a «bolsas» por debajo de la piel del pene. Esa bolsa puede llegar a tener a veces un centímetro o más. Lo que notamos es como si tubiese un quiste de grasa por debajo del prepucio.

A veces esa secreción se infecta, produciendo dolor e inflamación (balanitis). En esos casos se trata con cremas de antibióticos y suele mejorar en 2-3 días sin mayor problema.

Cuando notamos la «bolsa» pero no duele ni está inflamado, no es necesario hacer nada. Poco a poco la propia presión de la secreción irá abriendo camino hasta separar las adherencias saliendo. A partir de ese momento se queda como un ojal que separa prepucio de glande por la zona donde abrió. El resto de zonas hará lo mismo poco a poco hasta que acaba abriéndose por completo.

Como decía al principio no es necesario ni deseable tirar del prepucio «a la fuerza», ya que el proceso natural o con ayuda de cremas puede obtener el mismo resultado sin dolor.